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Ocurre en las naciones cada sesenta o 100 años en promedio: los pueblos entran en un trance de vocación de abismo. Sucede en México desde la irracional cancelación del aeropuerto de Texcoco, y continúa con la virtual renacionalización de la industria eléctrica.

Por cancelar el NAIM, cuatro generaciones de mexicanos más pagarán cinco mil millones de dólares por indemnizaciones. Pero la renacionalización de la industria eléctrica costará 80 mil millones: muchas generaciones seguirán pagándola con sus impuestos.

Para la publicación más importante del mundo sobre temas internacionales de negocios y economía, Financial Times, la cancelación del aeropuerto de Texcoco “podría ser considerada la peor estupidez de un gobierno en la historia económica”.

Como sea, hasta la cancelación, la economía mexicana crecía 2.5 por ciento anual, pero en 2019 quedó en cero, y en 2020 bajó a menos 8.5, la mayor caída desde 1929, cuando bajó 14.9 por ciento, según un análisis de Banco Base.

Porque ningún puede superar una hecatombe económica de ese tamaño. Venezuela es hoy el país más pobre del mundo porque, en 2003, Chávez despidió a los 17 mil 871 técnicos de la petrolera estatal porque eran neoliberales. PDVSA se hundió para siempre.

PDVSA era la mejor empresa del mundo, Venezuela tenía las mayores reservas de crudo del mundo, el barril a ¡110 dólares! Pero sustituir, con gente incapaz pero leal políticamente, a 17 mil 871 técnicos calificados fue imposible. Y adiós Venezuela. Fue su NAIM.

Ahora, veamos el caso mexicano, con un gobierno de corte castrochavista como el de Venezuela:

Si el costo de la cancelación del NAIM tiró la economía, como nunca antes en casi 100 años, por costar cinco mil millones de dólares por indemnizaciones ¿qué provocará la renacionalización de la industria eléctrica, si costará 80 mil millones por indemnizaciones?

Al cataclismo insuperable de esas deudas (cinco mil millones de dólares por un lado y 80 mil millones por el otro) se suma que, el temor de los empresarios al riesgo de mantener o invertir aquí, los hizo sacar 10 mil 150 millones de dólares hasta julio pasado.

Y si esa fuga de capitales se mantiene, en diciembre México habrá roto su récord histórico de fuga de capitales: el registrado el año pasado, con 15 mil millones de dólares. Como ha dicho José Antonio Meade moviendo la cabeza: “La cuenta no da, no da”.

La paz social se mantiene sólo porque, por cada dólar invertido que sale, entran dos y medio por envíos de los emigrados en Estados Unidos: incuantificables casas flotan con siete mil 500 pesos mensuales que llegan a las familias, en prorrateo, por las remesas.

Pero, bajita la mano, hay cuatro millones de nuevos pobres, y contando.

Es toda una bomba de tiempo.