Verdades a medias

 Tal y como se esperaba, la forzada difusión del archivo de Epstein, que la procuradora Pam Bondi dijo que no existía, resultó en una de tantas “realidades alternas” más.

Igual que la falsedad de “la peor inflación en 48 años que recibió, con precios que hacían la vida imposible a millones de americanos”, que el Wall Street Journal y medios especializados calificaron como “fuerte economía en plena recuperación, legado de Biden”.

Inexplicablemente, legisladores veteranos, conscientes de la realidad, aceptan argumentos inexistentes o magnificados para la declaración de falsas emergencias como la “invasión de un ejército de 25 millones de inmigrantes, salidos de prisiones e instituciones de salud mental”, o los “peores acuerdos comerciales” de Estados Unidos, que lo hacen “la burla del mundo entero”, cuando el mundo se mofa de la ineficacia del actual gobierno.

Fantasías distantes de la realidad, dominada por tristeza y frustración, angustia, coraje y decepción de cada vez más votantes, como confirman triunfos electorales demócratas recientes, decepcionados por el creciente desempleo, prevalencia de la inflación, aumento en el costo de la vida y desprecio de los migrantes, que constituyen 22% de la fuerza laboral y aportan más de 150 billones de dólares anuales a la economía, según recientes reportes.

Estados Unidos ha sido un país con problemas y desafíos, como todos, que demócratas y republicanos resolvían, hasta que el presidente Trump se interpuso entre ellos y los declaró enemigos a muerte.

Hasta que la crisis del bolsillo genera el despertar a la realidad de una situación económica que esperaban fuera mejor en un año.

Lo que se suma al coraje por el creciente culto a la personalidad de Trump, tras la autoritaria destrucción del patrimonio histórico del Ala Este de la Casa Blanca, sin comprender que la residencia temporal de los presidentes y sede del gobierno estadounidense no se ha reformado por respeto a la sencillez y sobriedad arquitectónica de quienes la planearon y construyeron, y por la trascendencia de los eventos que ahí han tenido lugar.

También el autoritario asalto a la presidencia del Consejo del Centro Kennedy para las Artes, que no entiende, y la incorporación de su nombre; el dispendio en el narcisista proyecto de construir un “Arco de Trump”, en lugar de trabajar en políticas para aliviar la carestía de precios a consecuencia de tarifas improcedentes e ineficacia de funcionarios.

Por el financiamiento del costoso genocidio de palestinos para invertir en la Riviera de Gaza, cuando dijo que terminaría las guerras de Israel y Ucrania, que ahora abren fisuras y confrontación al seno de su base política, donde la vieja guardia defiende el apoyo a Israel y los jóvenes exigen reducirlo.

Tras desesperados intentos de impedir la difusión de los archivos secretos del pederasta millonario Jeffrey Epstein, su alma gemela, como prometió en campaña, luego de que el Congreso apoyó a las víctimas y promulgó una ley que obliga al Departamento de Justicia a difundirlos el 19 de diciembre, todo resultó una farsa.

Ignorando la ley aprobada, el Departamento de Justicia NO publicó TODO el archivo el 19 de diciembre; solo una parte, en su mayoría censurada en exceso con marcadores negros, alimentando la especulación de que el nombre del mandatario aparece en múltiples ocasiones en más de un millón de documentos, fotos, videos, mensajes electrónicos y récords secretos bancarios, evidencia de las conexiones de Epstein y el tipo de relación de quienes lo visitaban.

Todo indica que el claro objetivo fue desviar la atención de Donald Trump, de su esposa, la primera dama —a quien conoció y tuvo una relación con Epstein antes de que la presentara al actual presidente, según el exitoso periodista y escritor Michael Wolff— publicando todas las fotografías que encontraron del también expresidente Bill Clinton, aun cuando incurre en contradicciones.

Y es que el impacto de la explosiva amenaza que los archivos representan para la subsistencia del gobierno de Trump y sus aliados es muy grande, lo que aterroriza al presidente Trump, su esposa, su equipo y poderosos contribuyentes.

Como es el caso del expediente del Departamento del Tesoro sobre Epstein, sus cuentas bancarias, saldos y movimientos, depósitos en Bank of America, New York Mellon Bank, JP Morgan y Deutsche Bank.

Solo la cuenta de JPMorgan Bank documenta 4 mil 725 transferencias por más de 1.100 millones de dólares, producto de operaciones para reclutar, transportar y mantener a miles de niñas y adolescentes de Rusia, Bielorrusia, Turquía y Turkmenistán, de acuerdo a información del diario New York Times.

Mujeres jóvenes ofrecidas “para el consumo” de “visitantes ilustres” que lo desearan en las mansiones de Epstein en París, Nueva York, Arizona, Nuevo México, Florida e Isla Saint John, lo que fortalece la hipótesis sobre el apoyo financiero del Mossad, la agencia de inteligencia de Israel, para kompromat o chantaje político.

El senador demócrata Jon Wyden, de Oregón, denunció que cientos de millones de dólares se canalizaron a toda una red de cuentas bancarias, particularmente a través de bancos rusos, para pagar el tráfico sexual de menores del que ahora todo el mundo quiere distanciarse, inclusive los íntimos amigos de Epstein.

Cada cuenta bancaria es un camino que puede conducir a la ruta de los pagos, identificación de traficantes, funcionarios corruptos, número de víctimas y pagos que el Departamento de Justicia, el Departamento del Tesoro o el FBI ignoran por alguna razón.

“Es un insulto a la inteligencia de los estadounidenses que Trump y Bondi se nieguen a investigar como he pedido en múltiples ocasiones”, dice el senador Wyden, quien exige al banco JP Morgan entregar toda la documentación disponible al Comité de Finanzas del Senado.

En lugar de eso, Trump se concentra más en una nueva aventura para multiplicar su fortuna personal con la fusión de su grupo de empresas DJT con TAE Technologies, de energía de fusión, contra lo que establece la Cláusula Constitucional de Emolumentos, valores morales y decencia básica, lo que genera alarma en expertos de ética, quienes advierten del conflicto de interés y riesgo de eliminar las concesiones de contratos en materia de energía.

Proyecto tan nuevo como el de su hijo Don Jr. con el Pentágono iniciará asociando a su grupo DJT con TAE Technologies, de energía de fusión, que tiene inversión de acciones bursátiles por valor de 6.000 millones de dólares, lo que le permitirá influir en la concesión de contratos a cargo del gobierno que encabeza.

La bonanza de la familia Trump contrasta con la creciente carestía de la vida e indiferencia oficial para controlarla por los dolorosos incrementos de precios para la Navidad y fiestas de Año Nuevo, mientras se dispara el desempleo.

Don Jr. celebra feliz 620 millones de dólares que dio el Departamento de Defensa, parte de un jugoso contrato de 1.400 millones de dólares para “Vulcan Elements”, su pequeña empresa de 30 empleados “especializada” en producir magnetos de minerales raros para fabricar drones, radares y otros productos de equipo militar que serán distribuidos por ReElement Technologies, su empresa filial, que se suman a 24 hoteles y campos de golf en 24 países más.

Esa abierta corrupción y abuso del poder, solapados por una servil mayoría republicana en el Congreso y la corrupta Suprema Corte de Justicia, sumada a la excesiva censura en solo una parte del archivo de Epstein, generaron protestas en todo el país y la iniciativa de una resolución legislativa bipartidista contra la procuradora Pamela Bondi por desacato al Congreso, que el “líder” Mike Johnson rehúsa someter a votación.

En numerosas ciudades, decenas de miles de manifestantes exigen la renuncia de Trump, protestan contra la carestía de la vida y el excesivo apoyo a Israel, que tiene seguro médico y educación universitaria universal, mientras en Estados Unidos se retiran créditos de impuestos, aumentando el costo de la atención a la salud.

El coraje se suma a la decepción por el aislamiento, confrontación con históricos aliados tradicionales europeos, distanciamiento con China y acercamiento con Vladimir Putin, cuyo secretario del Consejo de Seguridad, Nikolai Patrushev, advirtió a Trump que “estaba obligado a cumplir las promesas que hizo durante su campaña presidencial de llevar paz a Ucrania”, aparentemente suspendiendo la asistencia militar y el despojo territorial de ese país.