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Atribuyen a Stalin la frase: “Un homicidio es una tragedia. Un millón de muertos es una estadística”.

Hay algo de esto último en la normalidad con la que durante tres sexenios hemos aceptado la cuenta de miles de asesinatos: 60 mil entre 2000 y 2006; 120 mil entre 2006 y 2012; 150 mil entre 2012 y 2018; 200 mil entre 2018 y 2024.

Algo similar sucede con los 161 mil desaparecidos, probablemente muertos también, durante estos gobiernos de violencia espiral.

En los primeros cuatro días del nuevo gobierno se han registrado 325 homicidios. Arden Culiacán, Guanajuato, Chiapas y otros estados del país.

Pero quizá el horror de toda esa violencia encarnó el domingo en el asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, quien llevaba apenas seis días en el cargo.

Antecedentes:

El jueves 3 de octubre asesinaron al nuevo secretario del ayuntamiento, Francisco Gonzalo Tapia. El 28 de septiembre mataron también a quien iba a ser secretario de Seguridad Pública del mismo ayuntamiento, Ulises Hernández Martínez.

Pero al alcalde de Chilpancingo, único de oposición en ciudades grandes de Guerrero, no sólo lo asesinaron, sino que lo exhibieron, decapitado, en su propia camioneta de trabajo.

La cabeza fue puesta en el techo del vehículo, el cuerpo apareció sentado en el asiento delantero.

Todo el mundo sabe en Chilpancingo cuál es el grupo criminal que asesinó al alcalde y todo el mundo sospecha la razón del crimen: el nuevo alcalde no quiso darle a los criminales que controlan Chilpancingo las cosas que querían. Típicamente: dinero, puestos, las policías, permisos, control.

El alcalde decapitado de Chilpancingo es más elocuente en su sangrienta individualidad que la cifra de 325 asesinados en los primeros días del nuevo gobierno.

Es un asesinato real, preciso, horrendo en su precisión.

Vistos de cerca, los otros 325 muertos de estos días debieron ser tan siniestros como el del alcalde de Chilpancingo.

Pero el muerto catártico, el que nos dice la verdad de lo que pasa cada día, es el alcalde decapitado y exhibido en Chilpancingo.

Lo demás, por desgracia, sigue siendo estadística.