Elecciones 2024
Elecciones 2024

La frase que encabeza la columna de hoy es de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) el más feminista de los poetas del Siglo de Oro español, creador de aforismos a favor del género femenino: “No hables mal de las mujeres: la más humilde te digo que es digna de estimación porque, al fin, de ellas nacimos”. En su obra El Alcalde Zalamea, un personaje llamado Juan habla de dos cosas que le recomendó su padre: “Reñir con buena ocasión y amar a la mujer”. En la misma obra, el personaje llamado Capitán le dice a la dama Isabel: “No sólo vuestra hermosura es de rara perfección, pero vuestro entendimiento lo es también, porque hoy en vos, alianza están jurando, hermosura y discreción”.

Lo que quiero enfatizar del poeta y dramaturgo madrileño es la época en la que vivió —siglo XVII— cuando, si bien con el surgimiento del renacimiento se había superado la oscuridad medieval, todavía la mujer era destinada a la satisfacción del hombre, a la procreación de hijos o a la clausura monacal. Calderón de la Barca, a pesar de su condición de sacerdote católico, miembro de la Venerable Congregación de Presbíteros Seculares Naturales de Madrid, le concedió a la mujer, además de belleza, inteligencia y fuerza, exigió respeto para ella como persona.

Aunque se dice que la Iglesia Católica defiende firmemente la dignidad de hombres y mujeres porque ambos son criaturas de Dios, hay que examinar la actitud del catolicismo, a través de la historia, para con la mujer. La Iglesia Católica ha considerado el divorcio, la interrupción voluntaria del embarazo y el uso de anticonceptivos como pecaminosos, con lo cual coarta la libertad de la mujer a mandar sobre su cuerpo y a gozar su sexualidad; ha promovido la sociedad patriarcal, la jerarquía católica es predominantemente masculina y el rechazo a ordenar mujeres al sacerdocio implican una condición discriminatoria.

Mujeres católicas destacadas, educadas en los conventos, las ha habido en la historia de la humanidad pero han sido más una excepción por la impronta de su genialidad que por la educación conventual recibida.

Hoy escribo sobre la mujer por varios motivos. El principal es que el próximo lunes se celebrará el Día Internacional de la Mujer, en el momento histórico en el que las mujeres de México luchan, como nunca antes, por su igualdad y la plenitud de sus derechos. Y mientras luchan por su justo empoderamiento, todos los días suceden actos en contra de ellas. Las mujeres mexicanas sufren feminicidios —palabra que ni siquiera está registrada en el diccionario—; maltrato físico de parte de los machos, paradójicamente así educados por las mujeres de la generación anterior. Ayer (martes) un diputado llamó esquizofrénica a una compañera diputada. Y el toro sin cerca, el violador de mujeres, senador de la República con licencia (¿para violar?) al parecer será el candidato oficial a la gubernatura de Guerrero por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que con este hecho contradice sus buenos deseos de transformar al país. El día de hoy termina el plazo para que su partido o para que el propio Salgado Macedonio, en un acto de congruencia con los postulados de la 4T, den marcha atrás en sus intenciones. De lo contrario perjudicarán al presidente de la República y a Morena.

A propósito, cuando López Obrador dice que la frase o consigna “romper el pacto patriarcal”, es una expresión importada, recuerdo el uso de la frase “ideas exóticas” aplicada, durante el priismo, a cualquier concepto que tuviera que ver con una reivindicación social. No soy conservador. No soy fifí. Soy un mexicano que quiere lo mejor para su país y respeta a su presidente por el cual votó. Cierro esta columna dedicada a la mitad más maltratada de la humanidad, con una frase propia: El hombre-macho hace de la mujer el receptáculo de su frustración.