Decisión, arrojo, astucia, temeridad, pero sobre todo una sólida razón para que los ojos del mundo miren hacia un México afectado crónicamente por la inseguridad, la corrupción y la impunidad, tiene el joven (21 años) que se hizo pasar por fotógrafo de prensa para colarse en la premiación del Nobel de la Paz, en el … Continued
Decisión, arrojo, astucia, temeridad, pero sobre todo una sólida razón para que los ojos del mundo miren hacia un México afectado crónicamente por la inseguridad, la corrupción y la impunidad, tiene el joven (21 años) que se hizo pasar por fotógrafo de prensa para colarse en la premiación del Nobel de la Paz, en el Ayuntamiento de Oslo, enarbolando una bandera nacional manchada de rojo.
A falta de soluciones eficaces a problemas gestados hace tres o más décadas y que vienen desbordándose en los recientes diez años, la exposición a la vergüenza internacional puede contribuir a que quienes, desde los tres poderes de la Unión, hagan la tarea de instaurar un verdadero estado de derecho que, hoy por hoy, sigue siendo un sueño guajiro para los mexicanos.
Lo que no hay que perder de vista es que los crímenes los cometen criminales (incluidos los que desde el servicio público se vuelven testaferros de la delincuencia) y que de la tragedia de Iguala existen responsables de carne y hueso que de ninguna manera representan a partidos ni gobiernos…