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Nuestro sistema electoral es el resultado de reformas sucesivas negociadas entre los tres grandes partidos. Las divergencias entre ellos sobre temas fundamentales de la competencia electoral han sido muchas y profundas. Por eso la unanimidad en la aprobación de las leyes electorales ha sido tan difícil de alcanzar.

Pero hay un tema en el que estos partidos siempre han coincidido: mantener barreras de entrada muy elevadas para los nuevos jugadores. Esta fortaleza que PRI, PAN y PRD edificaron y han defendido conjuntamente hoy amenaza con derrumbarse sobre ellos.

Morena es el primer partido político con potencial para crecer que ha logrado su registro desde la constitución del PRD en 1989. En el caso de los recién aprobados candidatos independientes, muy pocos ciudadanos lograron cumplir con los exigentes requisitos que los partidos establecieron para registrarse y competir.

El hartazgo social y el creciente rechazo a los partidos tradicionales hacen que la ausencia de un abanico más amplio de opciones se convierta en un riesgo doble para ellos: el abstencionismo y el crecimiento de Morena.

La participación en elecciones intermedias siempre es baja. Pero ahora la situación podría agravase por la pérdida de confianza en los partidos y las instituciones electorales. El ánimo social es adverso como nunca y puede traducirse en un abstencionismo extraordinariamente alto.

Como ha dicho el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, una abstención muy alta no conviene a nadie. Una ciudadanía alejada de los procesos electorales, dispuesta a expresar su descontento por vías no institucionales, representa un riesgo para la estabilidad política y la paz social.

El otro riesgo para PRI, PAN y PRD es que en este momento Morena es la única fuerza bien posicionada para captar el descontento con el establishment político. Las leyes electorales han inhibido el surgimiento de otras opciones que podrían competir por ese voto. Morena juega solo en ese espacio del tablero electoral y eso le abre grandes oportunidades.

Si las barreras de entrada para nuevos jugadores fuesen menos elevadas, existirían más opciones para una ciudadanía indiferente o inconforme con los procesos electorales y harían más competido el espacio que Morena tiene para sí solo. Hoy esas opciones no existen.