Con razón, en coincidencia con el gran @Pérez-Reverte en X, Jorge F. Hernández juzga el pasmoso desaire como “una imbecilidad…”
Ni el Presidente que se va ni la presidenta que llega osan exigir a Estados Unidos una disculpa (menos indemnización o la devolución del territorio arrebatado hace 176 años o por cualquiera de sus agresiones armadas), pero necean con que Felipe VI pida perdón por la Conquista.
Por no hacerlo ni responder la carta de AMLO, no lo invitaron a la ceremonia del martes, pese a que se trata del jefe del Estado español.
Ignoran o no les importa que el sometimiento de lo que fueron señoríos ocurrió hace más de 500 años, tres siglos antes de que México existiera y cuando tampoco, en rigor, había nacido España como nación.
Pero el nombre del excluido es Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia, y ninguno de sus antepasados (más allá de que no hay delitos de sangre) era emperador cuando Cortés llegó a la que llamó Isla Mujeres, sino Carlos I de lo que sería España y V de Alemania, de la casa Habsburgo.
No se le invitó, pero sí al presidente Biden, a quien representará una decena de personajes encabezados por su esposa Jill y entre quienes figura Ken Salazar.
¿Pues no AMLO lo puso en modo pausa por haber externado la preocupación de su gobierno a causa de la destructiva reforma al Poder Judicial?
El admirado Jorge F. Hernández (historiador, narrador, ensayista) le pone humor a la inaudita majadería: el problema “es postal”, porque López Obrador debió enviar su carta a Viena, no a Madrid, y dice que su contrariedad es porque cuando vinieron Felipe VI y el presidente Pedro Sánchez a su toma de protesta le regalaron el acta de nacimiento de su abuelo José Obrador (que ya se la había obsequiado su amigo Miguel Revilla, presidente de la comunidad autonómica de Cantabria), alumbrado en el poblado de Ampuero, en una casa de la Guardia Civil.
La Conquista de lo que por 300 años se llamó Nueva España y luego México (al consumarse la Independencia) no fue obra de solo un millar de extremeños, sino de decenas de miles de indígenas hartos del sojuzgamiento tenochca (sobre todo tlaxcaltecas), a quienes nadie hoy les pediría se disculpen por la matazón (fue más mortífera la viruela) ni por haber aplastado a los defensores de Tenochtitlan y Tlatelolco.
AMLO y Claudia Sheinbaum consideran que la falta de contestación a la exigencia de disculpas es un “agravio” no solo al mandatario, sino “al pueblo de México”.
El hilarante pretexto contradice lo dicho por el equipo claudista, de que se invitó a todos los gobernantes de las naciones con que México tiene relaciones (incluidos Vladímir Putin, de Rusia —contra quien pesa una orden de captura de la Corte Internacional de Justicia por crímenes de guerra— y los tiranos “amigos” de Nicaragua, Cuba y Venezuela).
¿Bienvenidos los déspotas, pero no el jefe de Estado del país de los padres de nuestro mestizaje y cultura, segundo por cierto con mayores inversiones en México?
Con razón, en coincidencia con el gran @Pérez-Reverte en X, Jorge F. Hernández juzga el pasmoso desaire como “una imbecilidad…”.