Minuto a Minuto

Internacional El regreso de Francisco al Vaticano tras su hospitalización marca una nueva etapa en su papado
El regreso del papa Francisco al Vaticano tras su hospitalización marca una nueva fase en su pontificado
Nacional Respalda PAN acciones contra Andrea Chávez
El vocero del partido, Jorge Triana, acusó que el caso de Andrea Chávez "revela una clara alianza entre el poder económico y político"
Internacional EE.UU. reafirma su apoyo a Netanyahu tras ataque contra hospital en Gaza
Al menos un paciente palestino murió y varios resultaron heridos tras el ataque contra el hospital Nasser
Deportes Trump invitará a los Chiefs a la Casa Blanca
Es una tradición en Estados Unidos que los campeones de las principales ligas deportivas sean recibidos por el presidente en la Casa Blanca
Nacional Detienen a expolicía municipal por caso del Rancho Izaguirre
Un expolicía municipal fue detenido por presuntamente privar de la libertad a un hombre y entregarlo a sujetos en el Rancho Izaguirre

De los testimonios publicados, me conmovió especialmente el de Jorge Tizapa Legideño. Mejor dicho, el de la madre de Jorge Tizapa Legideño.

Jorge es uno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Tiene 20 años y una hija recién nacida. Acababa de ingresar a la escuela de magisterio, manejaba un microbús en la ruta de Tixtla a Atliaca y tenía un teléfono celular al que su madre le llama varias veces al día desde el fatídico 26 de septiembre. Pero la llamada no entra.

Tomo la historia de un estupendo trabajo publicado ayer en El País, aunque pude sacarlo de otros medios internacionales. Ayotzinapa, y acaso las ejecuciones de Tlatlaya, son desde hace dos semanas los temas noticiosos sobre México.

El gobierno del presidente Peña Nieto se empeñó en borrar la imagen de país violento y peligroso. Tuvo éxito, significativamente el año pasado. Luego sorteó la crisis de Michoacán, mantuvo a raya las malditas cifras de secuestros y prolongó el México’s moment con la hazaña de las reformas estructurales. Pero la realidad es jodidamente terca y fea.

Ayer también, Federico Berrueto escribió en estas páginas que el gobierno del presidente Peña Nieto no sabe qué hacer con la tragedia de Guerrero. Si eso es cierto, como parece, es un lujo que no puede darse. El tiempo asfixia. Es hora de eficacia política y policiaca. Ayotzinapa está demostrando que los muertos siguen importando en México y fuera de México. Y que, como machacaba el ex presidente Calderón, a los criminales hay que enfrentarlos con todo, aquí y ahora.

Sin tantos rollos sobre inteligencia y coordinación. Así sea a pedradas.