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Al considerar que el Congreso de nuestro país está en el proceso de legalizar el uso de la mariguana con fines recreativos, me pareció oportuno recurrir a un artículo publicado por don Camilo José Cela (1916-2002), en la revista Imaginaciones, que fuera compilado en su libro Los sueños vanos, los ángeles curiosos, de Editorial Argos Vergara S.A., que vio la luz en el año 1979. Transcribiré algunos fragmentos de la sabrosa prosa del español que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1989.

“A mi me parece que a la marijuana (así la escribió con jota, en lo sucesivo la escribiré con g) debería despojársele de su leyenda de flor del mal, porque no tiene cuerpo para chaleco; si se prohibiese la zarzaparrilla, también aumentaría el número de sus partidarios. A lo mejor dentro de algún tiempo la mariguana acaba vendiéndose en los estancos, con lo que tirios y troyanos apuntillaríamos no pocas de las preocupaciones administrativas, que no morales, que hoy nos atenazan. Y quede claro y conste para aviso de maliciosos lo que ni merecía la pena aclarar, esto es, que yo no fumo mariguana, sino labores de la Tabacalera, que son muy saludables (…) Confieso, sin el menor propósito de enmienda, porque no creo que la cosa sea para tanto, que en Marruecos fume kif dos o tres veces y que lo dejé porque olía muy mal (…)”

“Según los sabios, la mariguana, que es la forma de “yerba” —como dicen quienes la fuman— más en boga entre los hijos de familia de los países occidentales, tiene muy escasa toxicidad y no produce suerte alguna de adicción fisiológica, aunque sí, quizá, una ligera adicción psicológica. Pienso que a su consumo contribuyen no poco los legisladores con sus torpes prohibiciones y sus gratuitas idealizaciones (…)”

“El argumento de que la mariguana es la antesala de las drogas duras –la cocaína, el L.S.D., la heroína, etcétera— no es muy sólido, ya que las dos primeras drogas en las que cae y con las que quizá pueda iniciarse el novicio en su carrera viciosa, son el tabaco y el vino, que sí causan adicción y se venden con entera libertad (…)”.

“Las leyes a la contra, quiero decir, las leyes ‘anti’ y negadoras de ciertas libertades, no han resultado jamás demasiado eficaces y, a la corta o a la larga, fueron abandonadas por los mismos países que las promulgaron, ya que, con harta frecuencia, era peor el remedio que la enfermedad. Prohibir el pecado por decreto es muy ingenuo subterfugio, ¡y ojalá pudiera decirse lo contrario¡ En España, país donde el consumo de bebidas alcohólicas es libre, no hay más borrachos que en los países donde comprar una botella es un arco de iglesia. De otra parte, nótese que la veda de la prostitución no produjo su destierro, sino la presencia de un mal peor: la prostitución clandestina, con su dolorosa secuela de la falta de control policíaco y del recrudecimiento en las enfermedades venéreas”.

“No; prohibir por prohibir es más cómodo que eficaz y también más arbitrario que inteligente. Al legislador habría que pedirle que no idealizase las circunstancias de por si vulgares y que no prohibiera sino lo prohibible. Y prohibible, bien mirado, no hay muchas más presunciones que las que atentan contra el derecho natural (…)”

“Hay jóvenes que fuman mariguana, es cierto, pero hay muchos más —y muchos más que antes— que no fuman ni tabaco. Sería curioso y quizá útil hacer la prueba de desnudar la mariguana de su leyenda. Las energías y los cuartos que se gastan en la persecución de su consumo podrían dedicarse a colocar filtros en las chimeneas de las fábricas y en los tubos de escape de los automóviles; hay humos que nos intoxican sin pedirnos permiso, lo cual es más triste de los necesario y más cruel que lo que fuera de desear”.