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El anuncio oficial de la emergencia sanitaria en México salió cojo. Debió haber ido de la mano del anuncio de un plan económico, laboral y político…

A tal evento tan importante no asistieron la secretaria de Gobernación ni la secretaria del Trabajo.

Al pasar de contingencia a emergencia la situación toma otro cariz y otras muchas implicaciones.

México no es, ni con mucho, un país con capacidad suficiente para hacer frente a esta crisis de salud que conlleva un ingrediente económico interno y externo.

Ahora sí que “nos ganaron las prisas”, porque si antes de que se declarara la epidemia el sistema hospitalario público no contaba con equipos ni medicamentos básicos para suministrar a los enfermos de cáncer o hipertensión, por ejemplo, ahora de nuevo ante la inminente fase 3 y 4 del Covid-19 van las compras apresuradas por asignación directa: desde tapabocas, antisépticos, guantes, respiradores, ventiladores y demás equipo epidemiológico, como fueron las de las pipas en el caso del huachicol. Esta costumbre oficial se está volviendo un ejercicio cotidiano, borrando de un plumazo la normatividad vigente en materia de adquisiciones, amén de las compras concentradas por parte de la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda.

En materia de salud, previo el aterrizaje del coronavirus, la desaparición del Seguro Popular y la creación del Instituto Nacional para el Bienestar ya habían causado una serie de tropiezos a los beneficiarios del Seguro Popular pues el INSABI nació sin reglas claras de operación, causando graves problemas como la carencia de medicamentos para enfermos hipertensos, diabéticos y con cáncer infantil, llevando a médicos, enfermeras y padres de familia a manifestarse en las calles para demandar la existencia de medicinas específicas para tratar estos padecimientos .

Al día de hoy tanto en Seguro Social como el ISSSTE no cumplen con la entrega completa de medicinas a los derechohabientes.

En pocas palabras este sector, básico para atender a gran parte de los enfermos del país, no se tomó en cuenta su exacta dimensión a la hora de la asignación de recursos en el presupuesto federal.

Hasta ahora el Presidente Andrés Manuel López Obrador anuncia que se asignarán 40 mil millones de pesos más. Pero con el arribo de la epidemia convertida en pandemia del COVID-19, a toda prisa se busca comprar los insumos básicos para los médicos, enfermer@s y personal que se enfrentan cara a cara con los infectados.

El Presidente de la República fue el primero en desoír a las autoridades médicas referente a las medidas que tomar para detener el contagio del virus que azota al mundo.

Si se recomendaba no asistir a reuniones multitudinarias, no saludar de mano, ni abrazos, ni besos, lavarse las manos con jabón, etc. López Obrador, asistía a mítines, abrazaba y besaba a niños y viejitas –consideradas población vulnerable–, comía en fondas rodeado de gente e invitaba a la población a hacer su vida normal, sin ninguna limitante, a hacer su vida activa normal.

Esto hizo que la gente se confiara ya que el Presidente lo decía y hacía. ¿Para qué hacer caso a las recomendaciones que hacia el subsecretario de salud que llamaba al recato para ayudar a mitigar el contagio, si el mismísimo Presidente lo desoía?

Esta pandemia es una auténtica guerra, solo que sin disparar balas, sino virus.

Y decíamos al principio que el anuncio oficial de la emergencia sanitaria salió cojo porque esta emergencia conlleva una crisis económica severa, de la que hasta una semana después el Presidente López Obrador dará a conocer un plan de medidas económicas que acompañen la emergencia sanitaria.

López Obrador insiste en que no se apoyará a los empresarios, que ellos tienen que sacar adelante a su planta productiva que incluso no se concederá que paguen en forma diferenciada los impuestos ni que despidan a los trabajadores.

Si las empresas tienen que hacer producir sus plantas y pagar a los empleados sin recibir facilidades por parte del gobierno y éstas sin tener ventas dada la contingencia, ¿cómo el gobierno obtendrá recursos vía impuestos para costear sus programas sociales?

Según los expertos, se prevé este año una caída del producto interno bruto de alrededor de 4%.

De por sí México traía un estancamiento económico en 2019, con esta crisis en la que la iniciativa privada cargará en sus espaldas el peso de mantener la planta productiva del país, sin apoyo y facilidades por parte del gobierno, se vislumbra un panorama económico negro.

La recuperación económica no cobrará esta vez con un plan Marshall como el de la Segunda Guerra Mundial ya que el propio López Obrador niega reiteradamente a apoyar a la planta productiva del país.

Las repercusiones serán muchas y muy crudas.

Desempleo, contagio por el virus, pobreza y hambruna.

¿Con qué esfera mágica mantendrá a flote al país, después de la pandemia, el Presidente Andrés Manuel López Obrador?

Una vez superada la emergencia epidemiológica mundial, nos encontraremos con una geopolítica distinta a la de hoy.

Estados Unidos, que por ahora llega a 950 mil casos de COVID-19, con 50 mil muertos, dejará de ser la gran potencia; el mundo tendrá otros líderes.

Rusia se acercará a Europa y China cobijará al continente americano.

Mientras tanto, resguardémonos en casa y ayudemos a mitigar los contagios, evitar más muertes y tomemos conciencia de que el mundo no será el mismo después del coronavirus.

¡Digamos la Verdad!