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“No tienes cartas”, le dijo Trump a Zelenski en su desnudo intercambio, frente a los medios, en la Oficina Oval, como si el destino de Ucrania se estuviera jugando en una partida de pócar perdida de antemano .

“No estoy jugando cartas”, respondió Zelenski.

No tuvo respuesta, porque Trump sí está jugando a eso. Su política exterior se despliega como una sucesión de partidas de pócar con cartas marcadas para obtener de cada país lo que quiere, en un estilo de transacciones duras y ganancias tangibles, como la de obligar a Ucrania a poner en la mesa sus minerales raros para tener apoyo estadunidense.

La prensa internacional explica que en el fondo de las locuras de Trump está la decisión de salirse de la arquitectura de compromisos y alianzas que gobernó el mundo desde el fin de la Segunda Guerra, con Estados Unidos a la cabeza, extendiendo sus intereses y su poder en Occidente, en defensa de su hegemonía como potencia mundial, pero también en defensa de la democracia, la libertad económica y el libre comercio.

Trump percibe aquel orden como una camisa de fuerza costosa para Estados Unidos. Cree que el mundo ha medrado de la hegemonía estadunidense, haciéndola librar guerras caras que no eran suyas, proteger países que no era su interés proteger, sostener un esquema global de comercio en el que la economía estadunidense subsidia con sus déficits comerciales a otros países, en especial a sus competidores, todo lo cual ha conducido a que Estados Unidos perdiera su grandeza y dejara de mirar por sus intereses, antes que por los de ningún otro país.

De la vieja arquitectura de compromisos globales, ONU, OTAN, FMI, etcétera, Trump no quiere saber nada. Impone una diplomacia de pleito de callejón, país por país, trato por trato, donde sus posibilidades de doblar al adversario corren a su favor.

Ucrania es un caso escandaloso. México es otro, y Colombia, y Dinamarca/Groenlandia, y el Canal de Panamá.

El estilo transaccional de Trump es de enfrentamientos de callejón donde gana quien tiene poder. Pocos países tienen cartas para jugar a esta diplomacia de rompe y rasga. Entre los países que las tienen se juega en estos días el destino del mundo.