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En memoria de Manuel Loco Valdés

El viernes nos dejó Manuel Loco Valdés, nacido en Ciudad Juárez el 29 de enero de 1931, el menor de nueve hermanos, ocho de ellos fueron varones y una mujer, la Nena que murió a los 100 años. De los nueve aún vive –y que sea por muchos años- Antonio, apodado El Ratón quien en este mes cumplirá 92 años y que está lúcido y es feliz. ‘A mis hermanos Dios les dio la fama, a mí me dio la salud’ –dice.

Manuel fue la primera estrella surgida cien por ciento de la televisión. Él siempre dijo que hubo dos personajes sin los cuales no hubiera tenido éxito. Don Emilio Azcárraga Vidaurreta, que cuando Manuel, en aquella época apodado el Pelón, comenzó a hacer excentricidades y cosas inusitadas e inéditas en el programa Variedades de Mediodía, recibió críticas y llamadas telefónicas de rechazo, Don Emilio con su sabia intuición para el espectáculo ordenó que lo aguantaran porque Manuel Valdés se atrevía a crear cosas originales que tarde que temprano se iban a imponer en el gusto del público. Y así fue. El otro personaje fue don Luis de Llano Palmer que no solo confió en el talento de Manuel para incluirlo en las comedias musicales que él producía, traducía y dirigía, tales como Ring ring, llama el amor; Los fantásticos y La tía de Carlos; sino que además contribuyó a su apodo: Un día Manuel le pidió aumento de sueldo, a don Luis se le hizo muy exagerada su pretensión económica y le dijo: No hombre, está usted loco Valdés. Ándele –le replicó Manuel- soy el Loco Valdés y desde ese día así se anunció.

No estaría completa esta semblanza si no contara yo las anécdotas que se hicieron leyendas urbanas, como la vez que  en pleno programa, Variedades de Medianoche, comenzó el programa anunció un número musical y se quedó dormido el resto del programa. O la vez que manejando su automóvil llevaba prisa –como siempre- el coche de adelante se paró, se puso el siga y no avanzó. El Loco le pitó para que avanzara. El manejador del coche de adelante le hizo señas de que pasara por arriba. Manuel se bajó de su auto y trepó por la cajuela del de adelante, llegó al techo y se bajó. He oído a tanta gente contar el suceso como testigos presenciales del mismo que, por lo visto, ese día en esa calle había miles de personas. Aunque ya está muy platicado, no puedo dejar de mencionar su descubrimiento histórico de que tuvimos un presidente bombero: Bomberito Juárez y su esposa Manguerita Maza, también, según el Loco, existió don Venusino Carranza.

Cuando su amigo Héctor Lechuga, con el que jugaba futbol americano en el equipo ‘Parras’, lo invitó a integrarse al elenco de Variedades de Mediodía, Manuel Valdés Castillo aceptó sin saber qué hacer al aire. Fue así que inventó a sus amigos extraterrestres: Colofox, Panfleta, Pituitirio y Macufendo, el único marciano cubano; con ellos platicaba mediante un disco en una revolución mayor.

Desde que lo vi me gustó su estilo de trabajo y me hice su admirador. Recuerdo un chiste: anunció que iba a ejecutar el último movimiento de Chopin: se tiró al suelo fingiendo estar muerto. Años después cuando le pregunté el motivo de esa telelocura me dijo que se debía al ‘entusiasmo de la necesidad’. Padre de familia a los 17 años, quiso ser ingeniero topógrafo, trabajo de burócrata en la Secretaría de Economía. Estuvo un tiempo en el Ballet Chapultepec de Pepe Silva, donde aprendió los fundamentos del baile para el que estaba bien dotado. Cuando su hermano Germán, Tintán, que estaba en el pináculo de la popularidad, se contrataba en algún teatro de variedades capitalino llevaba a Manuel como boy, es decir bailarín y partiquino o suplente en algún sketch. Desde los 13 años participó como extra y luego en pequeñas partes en las películas de su hermano al que siempre llamó don Germán. Cuando el Loco alcanzó la fama alternó con Tintán en varias películas entre las que recuerdo Dos fantasmas y una muchacha; Los fantasmas burtlones; El Capitán Mantarraya, entre otras. Llegó a filmar más de 60 películas de las cuales, él mismo decía, sólo fue buena la mitad de una.

Ahora voy a tener el gusto de aclarar la expresión, que encabeza esta columna, ‘Tan tan’ que se usa en el lenguaje cotidiano del país como sinónimo de algo que llegó a su fin, que se acabó. La frase es de Manuel Valdés, cuando hacía sus famosas canciones, a las que les buscaba un título a la letra original. Ejemplo, la canción del hombre que se sintió cerveza: ‘Me sentí superior a cualquiera tan tan’. Decía y movía un brazo hacía arriba y otro a la altura de la cintura como tocando las castañuelas. Entre sus canciones de este tipo recuerdo la canción de Eduardo que chifló como vaca: ‘Como a las tres de la tarde silbo la-lo-como-tora, tan tan’. A su amigo, el licenciado Miguel Alemán Velasco le cantaba: ‘Miguelito mayor fue quererte y seguirte queriendo, tan tan’. También tuvo éxitos musicales grabados, discos con canciones festivas, como: ‘El médico brujo’; ‘La burbuja’; ‘Mala, mala, mala’. ‘La dicha es mucha en la ducha’ y ‘Pichicuas y Cupertino’. Y cuando se animaba a cantar en serio en algún programa o show no lo hacía nada mal. Sin duda, don Manuel inauguró la conducción desparpajada e improvisada en la televisión  que después  varios han tratado de imitar sin lograrlo porque ninguno ha tenido el inmenso talento y el magnífico ángel del gran orate. De buena figura, de buen gusto en el vestir, famoso, simpático, caballeroso y generoso, gustó a las mujeres y ellas a él. Sin saber cuántas fueron las mujeres que pasaron por su vida de sus relaciones con el sexo opuesto se podría hacer una novela.

Aunque a Manuel me lo había presentado su compadre Toño Fernández en 1965 en el Centro Nocturno Jacarandas, lo vine a conocer bien en 1969, en una fiesta cuando recién había dejado otro de sus programas legendarios Operación Ja-ja, producción del famoso Alfonso Prado Pradito. Me trató muy bien se rio de uno que otro chiste que me atreví a contar. Casi un año después el productor Humberto Navarro, pudo conjuntar el mejor elenco cómico de la época al que tuve la suerte de escribirle en el programa Ensalada de Locos. Siempre escribí pensando en la locura de Manuel lo que me permitía escribir disparates sin dejar a un lado la cara y vis cómica de Héctor Lechuga y la capacidad histriónica de Alejandro Suárez. Creo que se logró conjuntar un trío que gozaba con su trabajo cosa que se reflejaba en la pantalla. Nos divertimos –me incluyo- mucho.

Quiero expresar que, al contrario de lo que sucede con algunos elencos que a la hora de la repartición de méritos, quisieran esconder a su escritor o escritores para que nadie sepa de su existencia; a mí Manuel, Héctor y Alejandro, siempre me dieron mi lugar como escritor de su programa, los acompañé a donde los invitaban y gracias a ellos conocí lugares y personalidades importantes. Los dos años nueve meses que duró el programa aprendí mucho no sólo del espectáculo sino de la vida.

Manuel ganó mucho dinero. Dinero que gastó a manos llenas. Él al igual que su hermano don Germán hicieron suya la divisa: El dinero tiene águila para que vuele y es redondo para que ruede.

Termino con una anécdota: Cuando murió Germán Valdés Tintán, Manuel cumplía un contrato en el Centro Nocturno El Patio, donde se presentaba con los Hermanos Castro. Estábamos en el velorio y cerca de las once de la noche don Manuel nos pidió a Alejandro Suárez y a mí que lo acompañáramos. Con su ayudante Jorge y con Javier Barragán, su representante, nos subimos a su coche y se dirigió al Patio. Nadie dijo nada. Manuel se vistió y estuvo listo cuando lo presentaron. La gente, que ya sabía el deceso de Tintán, lo recibió con mucho cariño. El Loco hizo su show acostumbrado y ya para terminar se dirigió al público: ‘Quiero terminar mi actuación, con una canción que le gustaba mucho a mi hermano don Germán’. Le pidió a Arturo Castro, gran músico, que lo siguiera, y cantó La Pastora, una canción muy hermosa de la autoría de Alfredo Angelis. A Manuel la canción le salió del alma, nunca lo había oído ni lo volvería a oír cantar con tal magia y sentimiento. Acabamos todos llorando.