La respuesta es compleja, pero creo que se puede resumir en que el sistema político emanado de las revoluciones mexicanas, dejó de ser eso, revolucionario
Este 20 de noviembre se conmemoró el ciento catorce aniversario del inicio de la ¿Revolución Mexicana?, la tercera transformación de México, según la narrativa de creada por López Obrador, máximo líder del grupo que actualmente gobierna México.
Coloqué Revolución Mexicana entre signos de interrogación porque creo que lo sucedido en la segunda década del siglo XX no fue una Revolución, sino una cadena de revoluciones con diferentes objetivos.
La primera, tuvo por objetivo la salida de Porfirio Díaz de la presidencia y del país y culminó con la llegada de Francisco I. Madero a la Presidencia.
La segunda inició con el derrocamiento y asesinato Madero, continúa con el ascenso y la caída de Victoriano Huerta, el constitucionalismo y la promulgación de la Constitución de 1917.
La promulgación de la Constitución de 1917 marcó el inicio de la tercera revolución, la de la consolidación del nuevo régimen. Fue una lucha descarnada por el poder. Durante este periodo fueron asesinados Carranza, Obregón, Zapata, Villa, entre otros líderes de las diferentes etapas.
Pero independientemente de las clasificaciones que se le den a esos más de 10 años de la historia de México, de ese tiempo trajo consigo importantes cambios en la vida del país.
La Constitución de 1917 fue tal vez el principal logro de esos años convulsos de la historia de México, ya que de ella emanaron leyes que permitieron cambios como la reforma agraria, un nuevo impulso a la educación, la no reelección presidencial y se crearon instituciones como el Banco de México, el IMSS y el ISSSTE.
Pero entonces, si la Revolución, o mejor dicho, las revoluciones mexicanas legaron cosas buenas al país, ¿por qué caló la idea de una nueva transformación, de una nueva revolución?
La respuesta es compleja, pero creo que se puede resumir en que el sistema político emanado de las revoluciones mexicanas, dejó de ser eso, revolucionario.
Los políticos pensaban que con decirse herederos de la Revolución los cubriría un manto sagrado y no dejaron entrar sangre nueva, ideas nuevas. En otras palabras, se “institucionalizaron”.
Pero este régimen, el de la autodenominada 4T, va por el mismo camino que el emanado de las revoluciones de principios del siglo pasado. Piensa que invocar a su líder los cubre con un manto sagrado que los hace inmunes a enfrentar las consecuencias de sus errores. Al igual que el régimen revolucionario piensan que el poder es eterno.
Las revoluciones mexicanas del siglo XX sirvieron de algo, yo creo que sí, pero quienes se encargaron de administrar su legado, lo echaron todo a perder, tal como lo está haciendo hoy la 4T.
EN EL TINTERO
Ofrezco una disculpa a todos los historiadores por mi análisis y clasificación un poco burda de la Revolución Mexicana.
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