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Entre las múltiples ocurrencias de campaña de la 4T en las elecciones presidenciales pasadas estaba la desincorporación de la administración pública federal.

Mandar el SAT a Mexicali, la Secretaría del Trabajo a León, Economía a Monterrey, la CFE a Tuxtla Gutiérrez, Pemex a Ciudad del Carmen, en fin.

Una propuesta arbitraria y destinada al fracaso. Pero que se entendía como ocurrencia de campaña.

Ojalá en ese terreno se hubieran quedado planteamientos tan dañinos como cancelar la construcción del aeropuerto en Texcoco o la construcción de una refinería en los pantanos de Tabasco.

Pero resulta que, a pesar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ya ha tenido prácticamente tres años para darse cuenta de que muchos del centenar de compromisos que hizo al inicio de su gobierno son inoperantes si no parten de un análisis serio y no de un capricho, pues con todo y ello, el plan de mover algunas dependencias sigue en pie.

Es muy sencillo imaginar a López Obrador en aquellos días de sus campañas presidenciales frente a un mapa de la República Mexicana poniendo banderitas, o frijolitos, en los estados del país donde él creía que estarían mejor un sinnúmero de dependencias públicas.

Pero descentralizar a todo un gobierno requiere algo más que una creencia personal. Implica, primero, pensar en la gente, en sus necesidades de habitación, de escuelas, de servicios. En terrenos o edificios, en la infraestructura, el agua, el transporte, en fin. Algo más que un momento iluminado.

Lo cierto es que muy pocos planteamientos de campaña le han salido bien a este gobierno y claro que la pandemia del Covid-19 empeoró más sus aspiraciones.

Sin embargo, la idea de mudar al gobierno, o al menos una parte de la administración pública federal, sigue en la cabeza del Presidente. Cueste lo que cueste.

De hecho, por instrucciones presidenciales, a la Secretaría de Educación Pública le quedan menos de seis meses para que estén despachando en Puebla a la par que el 3 de octubre se conmemore el centenario de su creación.

Hace unos cuantos días López Obrador insistió en que la operación corporativa de Petróleos Mexicanos se va a cambiar a Ciudad del Carmen, Campeche.

Y ahora que urge un poco de circo distractor de los temas de salud, economía y seguridad, con las elecciones tan cerca, este asunto de la descentralización gubernamental podría reaparecer con fuerza en una de las mañaneras.

Si todo se mantuviera en el nivel de la pirotecnia habitual de la 4T, no pasaría de ser un espectáculo más, el problema es que este gobierno es conocido por meter dinero bueno a proyectos malos y una mudanza como esa, que no tiene ni pies ni cabeza, es una muy mala idea.

La Comisión Nacional del Agua puede despachar en Veracruz y la Secretaría de Turismo en Chetumal, claro.

Pero no puede ser sin antes pensar en sus trabajadores, en la gente de las ciudades que los deben recibir y en lo que ese movimiento del gobierno le puede costar a las finanzas del país.