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En la caterva de aspirantes de Morena a las nueve gubernaturas para 2024, son Ignacio Mier (Puebla) y Clara Brugada (CDMX) arquetipos de impresentables de ese partido: él representa la ignorancia, y ella representa la marca de las “Juanitas” y los “Juanitos”.

Mier simboliza, además, la mentira y la trampa: en los datos curriculares que presenta, dice poseer una licenciatura en Administración de Empresas, pero en público admitió que nunca se tituló en nada, porque titularse es un fraude.

Encarna, además, el ala comunista radical de Morena, según él mismo, al explicar que dejó de estudiar para formarse políticamente con lecturas empíricas del ruso Mijail Bukanin, impulsor del ateísmo, abolición de clases sociales y de la propiedad de la tierra.

Brugada inauguró en 2009 el síndrome Juanito, aquel pobre diablo a quien el hoy presidente dijo en un templete de Iztapalapa:

“Tú vas a competir para ser delegado y vas a ganar, pero no te la vas a creer y vas a renunciar para que Marcelo Ebrard, como Jefe de Gobierno, le haga la propuesta a la Asamblea para que Clara sea quien gobierne”.

Juanito ganó y Ebrard cambió la ley para que Clara Brugada gobernara Iztapalapa y la delegación siguiera siendo la más insegura, pobre y abandonada de la ciudad, sin agua corriente, porque su presupuesto se iba en la campaña eterna del hoy mandatario.

Y Mier es la historia de una aspiración fallida: el pasado fin de semana, a su informe legislativo asistieron apenas 10 de los 201 diputados federales de Morena, a quienes se supone que dirige como Coordinador del Grupo Parlamentario.

Sin embargo, Mier aplicó su máxima del fraude que admitió en público sobre su titulación y tomó un mensaje antiguo de felicitación de la candidata presidencial de Morena y lo subió a sus redes sociales, como si fuera del día de su informe legislativo.

En control de daños de campaña de ese tipo, y en promoción, ha gastado Mier 400 millones de pesos, de acuerdo con documentos presentada por la diputada panista Ana Teresa Aranda ante la unidad de Fiscalización del INE.

Para más, en la campaña asume ser responsable de quitar el fideicomiso de la Corte para el retiro de los jubilados del Poder Judicial, lo cual es una estupidez, pues las encuestas muestran que la ciudadanía confía más Corte que en el presidente.

En la medición más reciente de El Financiero, la confianza ciudadana en la Suprema Corte se ubicó en su nivel más alto observado este año, con 61 por ciento; mientras la confianza en el jefe de Mier se ubicó en 54 por ciento.

O sea, pura ley de Murphy con Mier: todo lo que puede salir mal, saldrá mal.