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Por fin el INE, como institución, se tomó en serio el asedio del actual presidente. Está haciendo, ya con la soga al cuello, lo que la presidenta de la Suprema Corte decidió hacer desde el inicio: plantarle cara y demostrar de qué material está hecha.

Como sea, en este momento es un deber histórico ineludible defender al INE como valedor máximo de la democracia en México. Pero tampoco juguemos con las palabras: si una institución malcrió al actual presidente desde el 2000, fue el INE.

Fue por la presión del actual mandatario que el INE aprobó en 2006 y 2012 las restricciones a los servidores públicos y a los particulares para evitar que se entrometieran en los procesos electorales, para propiciar el piso parejo entre los contendientes.

Sí, hoy el actual mandatario impele a sus seguidores, a su grupo político y a sus precandidatos, a pugnar por todo lo contrario a lo que él consiguió del INE en 2006 y 2012. Pero fue gracias a su presión política, que el INE acotó entonces la libertad de expresión.

Más, muchísimo tuvo que ver el empuje del actual presidente de su grupo político, en la aprobación en 2014 de la Reforma al artículo 41 constitucional, homologando modelos federales y locales que dieron el nombre de INE, por IFE. Hasta eso.

Como opositor que acusaba al órgano electoral de tolerar que los políticos usaran cargos y presupuesto para hacer campañas anticipadas, fue también la crítica del actual presidente básica para lograr los frenos actuales a aquellas prácticas.

Incluso, más acá, el INE mantuvo un silencio sepulcral ante consulta con la que el actual presidente, sin asumir aún, canceló el aeropuerto de Texcoco, con la participación de apenas el 0.1 por ciento del padrón electoral.

Aquella consulta (que hizo perder la confianza jurídica en México de los inversionistas y las calificadoras del mundo) la realizó Morena cómo, dónde y entre las personas que le dio la gana a Morena, que hizo las boletas, las guardó donde quiso y, marcó el dedo de los votantes colorante para hongos de los pies.

El futuro de la mayor obra de infraestructura del primer cuarto de siglo en México fue decidido por el 0.1 por ciento del padrón electoral, aunque el presidente había ganado con el 41 por ciento del padrón electoral. Y el INE ni chistó.

Sin embargo, nunca es tarde si la dicha es buena. Es loable el ciclópeo, aunque tardío (ya se va del cargo) el esfuerzo de Lorenzo Córdova por frenar el embate del gobierno contra el INE, y que eso aleje a la gente de las urnas.

Se volvió un combatiente incansable y feroz contra los embates del actual presidente.

Pero no siempre fue así, eh.