La transición democrática mexicana dio a luz al menos tres patologías políticas, consecuencias no buscadas del diseño original: 1. Gobiernos federales improvisados e inexpertos: malos gobiernos federales. 2. Gobiernos locales enriquecidos por la Federación que no rinden cuentas ni cobran impuestos ni aplican la ley: gobiernos locales irresponsables. 3. Elecciones saturadas de dinero ilegal que … Continued
La transición democrática mexicana dio a luz al menos tres patologías políticas, consecuencias no buscadas del diseño original: 1. Gobiernos federales improvisados e inexpertos: malos gobiernos federales. 2. Gobiernos locales enriquecidos por la Federación que no rinden cuentas ni cobran impuestos ni aplican la ley: gobiernos locales irresponsables. 3. Elecciones saturadas de dinero ilegal que por momentos responden más a la lógica de la subasta que a la de la competencia.
Todo, en unos años de abundancia petrolera y presupuestal sin precedentes, permitió aceitar con dinero las divergencias políticas, propiamente democráticas, que antes se arreglaban con órdenes.
La transición no creó instituciones sólidas para procesar el desconocido paisaje de una pluralidad sin mayorías absolutas que fue la fórmula mexicana hacia la democracia.
Del tema de los gobiernos federales inexpertos se habla poco, pero es fundamental. En ausencia de un servicio civil de carrera que dé continuidad a la gestión gubernativa, el denominador común de los últimos tres gobiernos federales democráticos ha sido la improvisación y la inexperiencia.
Tres veces seguidas, en el año 2000, en el 2006 y en el 2012, los mexicanos elegimos presidentes que no habían tenido experiencia federal de gobierno. Simplemente no habían estado ahí ni Vicente Fox ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto. Esto no había sucedido en México desde 1917, en que Carranza asumió el Poder Ejecutivo. Todos los presidentes de México tuvieron desde entonces alguna experiencia clave en el gobierno federal.
Los de la democracia mexicana del siglo XXI venían de otro lado, de haber sido gobernadores Fox y Peña, momentáneo secretario de Energía Felipe Calderón.
Ninguno tuvo la precaución de rodearse de gabinetes con la experiencia federal que a ellos les faltaba. La consecuencia fue de gobiernos inexpertos, con largas y caras curvas de aprendizaje.
Imaginemos una empresa que cada seis años supliera toda su planta gerencial y a sus dueños con gente que no ha estado nunca en ella. Esto es lo que hemos hecho los mexicanos con el gobierno federal de 2000 a la fecha.
Es uno de los altos costos inesperados de nuestra democracia: elegir gobiernos federales improvisados e inexpertos, malos gobiernos, en un entorno democrático de alta exigencia pública.