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Es imposible caminar hacia adelante con la vista puesta atrás, dijimos alguna vez. El desafío de todos, más en los espacios independientes o de la oposición, es considerar la realidad tal como es. El país es muy distinto al de hace años y hay un punto de quiebre para la política y también para la sociedad. No es de ahora, tiene que ver con la manera como se resolvió la elección de hace seis años.

El 2018 significó el fin de una época que deja atrás el propósito de la generación de fin de siglo de lograr una sólida democracia electoral. Los tiempos de ahora son distintos, porque un muy amplio sector de la sociedad no valoró los avances en la política y la economía que se habían logrado en las dos décadas previas. En ese período, hubo democracia electoral, pero no inclusión ni se desarrolló en la base social una cultura propiamente ciudadana, ni tampoco hubo un genuino consenso sobre el cambio. El déficit de legalidad y la impunidad persistieron y se actualizaron.

​Hay quien suscribe que el problema se limita a una forma de gobernar, la que habrá de concluir a finales de septiembre próximo. No es así, aunque es relevante el personaje y que seguramente dejará, para bien y para mal, un referente histórico, sin embargo, lo ocurrido es más amplio y trascendente. Han cambiado muchas cosas y entre éstas la manera como la sociedad en su conjunto se relaciona con el poder, el asistencialismo se impone y lo ciudadano se vuelve marginal.

El anhelo de un gobierno desconcentrado y dividido, así como la corresponsabilidad social han quedado atrás. También muchas de las premisas del cambio político como es que una fuerza política no pueda cambiar la Constitución sin participación de la pluralidad opositora. Se equivocan quienes afirman que lo que ahora ocurre es el regreso al pasado. No es así, lo que existe es inédito especialmente por el respaldo popular al proyecto y su capacidad para desacreditar la coexistencia y la pluralidad.

Se requieren cuotas mayores de optimismo para entender positivamente la propuesta de cambio en curso, especialmente por la exclusión y también porque los resultados alcanzados no se corresponden con las intenciones. Pero allí están los votos favorables al régimen y eso indica que la crisis es más compleja y profunda.