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Cada que el calendario marca el 5 de mayo en nuestro país, empiezan las proclamas y los discursos patrióticos enalteciendo las armas mexicanas que se vistieron de gloria. Así como los honores al gran general que comandó a los “primeros hijos de México”, el mismo que estuvo dispuesto a ofrecer su vida para defender la soberanía de México. Incluso, en esta fecha se realizan conferencias, eventos culturales, ceremonias cívicas, y en ocasiones recreaciones históricas en los Fuertes poblanos de Guadalupe y de Loreto, todo con el fin de recordar el acontecimiento que aconteció en el año de 1862: la batalla de Puebla.

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Rafaela Padilla e Ignacio Zaragoza.

En este hecho de armas, el Ejército de Oriente comandado derrotó a las tropas invasoras francesas de Napoleón III, que tenían el objetivo de entrar a la Ciudad de México para establecer una monarquía europea y al mismo tiempo ser una “colonia” francesa.

Son bien conocidas las gestas que realizaron varios militares mexicanos durante esa jornada, destacando entre ellos: Porfirio Díaz, Felipe Berriózabal, Francisco Lamadrid, Miguel Negrete y sobre todo el general Ygnacio Zaragoza (quien firmaba Ygnacio). Aún así, pocos mexicanos se han dado el tiempo para conocer, o leer, algunos datos sobre la vida personal del general que comandó las fuerzas mexicanas ese día, y aún menos sobre su esposa Rafaela Padilla de la Garza, quien sin duda también merece ser recordada, ya que su vida matrimonial no fue fácil.

Nunca lo sería para la mujer que se casó con un hombre cuya prioridad en su vida fue defender la patria, relegando a segundo plano a su familia y matrimonio.

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Anónimo, Batalla del 5 de mayo de 1862, óleo sobre tela, Museo Nacional de las Intervenciones, Exconvento de Churubusco, INAH.

Rafaela nació en la Villa de San Nicolás Hidalgo en el estado de Nuevo León el 30 de octubre de 1836. Era siete años menor que su futuro esposo, Ygnacio. Fue hermana de Marcelino Padilla, compañero de armas y amigo del joven Zaragoza, quien los presentó apoyando su unión matrimonial. La pareja se enamoró de inmediato e hicieron arreglos para su boda.

Lamentablemente el esposo no pudo estar presente el 21 de enero de 1857, el día de la boda, debido a que el presidente Benito Juárez lo despachó como responsable de las fuerzas militares de San Luis Potosí con el fin de controlar un levantamiento conservador, por lo que su hermano, Miguel Zaragoza, acompañó al altar a Rafaela. El presbítero responsable de realizar la ceremonia preguntó dos veces a la decepcionada pero enamorada esposa de Ygnacio si aceptaba a Miguel en sagrado matrimonio, a lo cual ella se negó hasta que el religioso rectificó mencionando el nombre del ausente. Finalmente aceptó.

Evidentemente Ygnacio era un hombre ocupado, que pasaba su tiempo marchando y contramarchando a la cabeza de sus hombres defendiendo la causa liberal y combatiendo al partido conservador encabezado por Miguel Miramón, quien finalmente fue derrotado en la batalla de Calpulalpan, Tlaxcala, el 22 de diciembre de 1860.

Este hecho sumió en una tremenda desesperación al partido conservador, por lo que algunos de sus miembros optaron por apoyar la intervención europea para establecer un príncipe europeo como monarca en México. Lo que empezó siendo una utopía finalmente se concretaría con la llegada de Maximiliano de Habsburgo para establecer un imperio que solamente duraría tres años.

El matrimonio de los Zaragoza tuvo tres hijos, Ignacio, Ignacio Estanislao y la menor, una niña que llevaría el nombre de Rafaela.

Los primeros dos hijos murieron a temprana edad, mientras que Rafaela vivió hasta 1927, siendo la más longeva de una familia en la cual la muerte era una constante.

Pocos meses antes de que Zaragoza se cubriera de gloria durante los eventos del 5 mayo, su esposa enfermó al parecer de pulmonía.

Los doctores que la revisaron definieron su afección como “un mal incurable”. El devoto esposo pasó algunos días en su casa cuidado de ella, hasta que faltando tres días para la Nochebuena tuvo que volver a trasladarse a San Luis Potosí con el fin de avanzar en la organización del ejército que defendería la soberanía nacional frente a las bayonetas francesas. Tristemente, Rafaela nunca más volvería a ver a Ignacio, ya que dejaría este mundo un 13 de enero de 1861. Pocos meses después, su esposo lograría derrotar a las fuerzas francesas de Napoleón III, héroes de Solferino y Sebastopol, “los primeros soldados del mundo”, al pie de los fuertes de Puebla: Guadalupe y Loreto.

El joven, al que se le impidió ingresar al ejército mexicano durante la intervención norteamericana debido a su corta edad, había derrotado a los invasores franceses evitando la ocupación del país por un año más. El mismo hombre que nació en 1829 en la pequeña población de Goliad, Texas, cuando aún pertenecía a México. Sin duda un patriota.

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Billete de 500 pesos donde aparece el retrato del “héroe de la batalla del 5 de mayo”.

Enrique Ortiz García

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