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Se ha vuelto un lugar común aquella supuesta historia de cómo los nativos americanos no pudieron ver las carabelas de Cristóbal Colón cuando se acercaban a las costas de las islas caribeñas, porque no tenían ninguna experiencia anterior de la existencia de esos barcos.

En México ya hemos visto esas naves de las crisis inducidas por las políticas populistas, ya conocemos las crisis y sus consecuencias, y ahora que se acercan de nuevo a nuestras costas muchos no las pueden ver o no las quieren ver.

Es cierto que, en aquellos tiempos, el régimen presidencialista era institucional y el poder se traspasaba religiosamente cada seis años a través de la estructura del Partido Revolucionario Institucional.

La diferencia es que hoy vemos el intento de un solo hombre quien ya prepara al orgullo de su nepotismo para asumir ese poder en el futuro.

Pero, en medio hay un país, una economía y un gobierno elegido democráticamente que está por entrar y que es muy difícil creer que quiera hacerlo en medio de la peor crisis de confianza y estabilidad financiera del siglo.

Detenciones arbitrarias de parientes de senadores, amenazas de carpetas de investigación, cooptación y extorsión, todas esas formas que muestran que el régimen ya dejó atrás cualquier careta de democracia para consolidar un poder autoritario.

Las formas como han buscado hacerse del Poder Judicial son el antecedente para dos cosas, primero, gobernar sin ningún control y, segundo, para abrir la puerta a cualquier otro cambio constitucional que estorbe a los planes autocráticos.

¿Quién quiere cerrar los ojos ante la realidad de que esto que ahora mismo ocurre es para reforzar el poder de Andrés Manuel López Obrador?

La prisa con la que se opera este primer gran retroceso democrático desde las entrañas mismas de la Constitución tiene que ver más con una permanencia que con una herencia al siguiente gobierno que, de hecho, en diciembre próximo habría tenido control de cualquier veto por parte de la Suprema Corte.

¿Quién no quiere ver que este uso de la mayoría legislativa puede ser ejecutado para apropiarse mañana de los recursos de los trabajadores en las Afores, pasado mañana para usar las reservas del Banco de México y después cualquier otra cosa?

Esto que es creíble y posible se llama desconfianza y se alimenta, no tanto por la acumulación de tanto poder político, sino por las evidencias de su mal uso para los planes autocráticos personalísimos de quien hoy todavía gobierna de manera formal.

No es el enredo en las explicaciones sobre los alcances de la elección de jueces y magistrados que hacen los más impresentables del Congreso o los doctores en derecho del régimen, es la posibilidad real de desmantelar al país con los instrumentos de la democracia.

Quien no puede o no quiere ver los alcances de lo que hoy mismo sucede en el país podría inclusive estar dentro del círculo del poder y no entender que en 20 días habrá que llegar a administrar una crisis de alcances desconocidos.

Hay también una mayoría de la población que no puede ver las carabelas en la costa, porque si se fijara bien, vería que realmente son barcos piratas los que se acercan.