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Casi todos los gobiernos de izquierda del Cono Sur ofrecen un panorama lastimoso. Quedaron atrás los crecimientos de tasas altas y políticas redistributivas con cargo a déficit públicos financiables por un ciclo de altos precios y alto consumo de petróleo, minerales, carne, soja y otros bienes agrícolas: la conocida fiesta de las commodities.

Venezuela es un abismo de inflación, descrecimiento y desgobierno. En 2015, su economía se contrajo 7%, su inflación fue de 141% y su déficit público de 20 puntos del PIB.

El nuevo gobierno argentino de Mauricio Macri empieza a presentar las cuentas de la herencia del kirchnerismo: un déficit público de 7% del PIB, una inflación de 30% por ciento, subsidios insostenibles a la electricidad, impuestos abusivos a las exportaciones y la gran piedra en el camino para obtener préstamos e inversiones del exterior: no haber pagado desde 2001 parte de su deuda externa, lo cual tiene ya un costo adicional de 10 mil millones de dólares.

El deterioro de Brasil apenas puede creerse. Su economía se contrajo 8% en los últimos 20 meses y disminuirá entre 2.4 a 3% en 2016, año en que serán anfitriones de los Juegos Olímpicos. Su déficit fiscal ha subido de 2 puntos del PIB en 2010 a 10 puntos en 2015. Su fragmentación política es increíble, con 28 partidos en el Congreso. Su sistema de pensiones es más generoso que el de Japón (cuesta 12% del PIB por año). Su deuda externa es de 70% del PIB y su inflación de 11%.

Un rasgo común a todas estas quiebras de países que hace unos años parecían prósperos es un modelo de clientelas y subsidios que los ingresos del Estado no pueden financiar, o pueden financiar solo en ciclos de auge.

Un estado como el boliviano, también clientelar y subsidiador, no padece contracciones semejantes porque su gobierno es hasta ahora muy ortodoxo, propiamente neoliberal, en materia de déficit público. No gasta por lo que no tiene.

Parece haber tocado fondo en el Cono Sur la idea de que un gobierno de izquierda puede y aún debe ser irresponsable fiscalmente.

(Cifras en El País 15 y 16 enero 2015, y The economist 2-8 de enero 2016)

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