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Durante las últimas semanas, la referencia de las tasas de interés de largo plazo en Estados Unidos (la tasa del bono del Tesoro a 10 años) han registrado una fuerte caída, llegando a 2.3%, su nivel más bajo desde septiembre del 2017.

La tendencia a la baja de las tasas de largo plazo viene desde octubre del año pasado, cuando alcanzó 3.23% y marcó un máximo no observado desde el 2011. Para contextualizar mejor este movimiento y entender mejor el mensaje implícito detrás de la fuerte caída en las tasas, vale la pena recordar que a principios del 2018 —en medio de un fuerte ajuste en los mercados accionarios— la tasa de interés de largo plazo se ubicaba en 2.40 por ciento.

Sin embargo, desde principios del 2018, la tasa de los bonos de largo plazo empezó a subir marcadamente, alcanzando un máximo de 3.23% a principios de octubre del año pasado. Este máximo no era visto desde el primer trimestre del 2011, antes de que la Fed reforzara su programa de estímulos monetarios.

El alza en la tasa de interés de largo plazo observada durante gran parte del 2018 se dio en medio de un contexto marcado por una economía que pasaba por su fase más robusta de recuperación en años —impulsada temporalmente por los estímulos fiscales—, en medio de la aceleración del proceso de normalización de política monetaria por parte de la Fed y un ambiente de optimismo generalizado en cuanto al entorno global.

Sin embargo, este ciclo de debilidad en el mercado de bonos de largo plazo, que llevó la tasa de 2.40 a 3.23% en nueve meses, se vio abruptamente interrumpido en el cuarto trimestre del 2018, cuando la economía global comenzó a mostrar señales de desaceleración y los mercados empezaron a descontar un escenario donde la Fed tendría que frenar o inclusive dar reversa a sus planes de normalización monetaria.

Esta lectura fue confirmada por la Fed durante su primera reunión de política monetaria en enero de este año. La tendencia a la baja en las tasas de largo plazo continuó hasta finales de marzo, cuando la primera lectura de los datos del PIB del primer trimestre del año en Estados Unidos reveló un crecimiento más robusto de lo esperado.

Sin embargo, el repunte en las tasas de largo plazo observado entre finales de marzo y la tercera semana de abril llegó a un abrupto fin con la noticia de que la esperada conclusión de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China aún estaba lejana.

La fuerte caída en las tasas de largo plazo en Estados Unidos ha provocado que la curva de tasas se invierta nuevamente, es decir, que la tasa que pagan los bonos de corto plazo sea superior a la que pagan los bonos de largo plazo.

La inversión de la curva es tradicionalmente un presagio de desaceleración, o inclusive una recesión, y señal de cautela para los mercados accionarios. La caída en las tasas de largo plazo no se da por generación espontanea; es consecuencia de un fuerte incremento en la demanda de bonos de Tesoro de largo plazo (vale la pena recordar que las tasas que pagan los instrumentos de renta fija se mueve en sentido opuesto al precio de dichos instrumentos).

Este incremento en la demanda de bonos del Tesoro de largo plazo es típica de un mercado que percibe mayores riesgos al entorno y que busca desplazar su dinero hacia activos refugio.

Asimismo, la decisión de rotar inversiones hacia bonos del Tesoro de largo plazo refleja una expectativa de deterioro en la actividad económica y una apuesta a que la Fed tendrá que reducir las tasas de corto plazo en un futuro cercano. La combinación de un entorno global de menor crecimiento y una escalada en las tensiones comerciales son interpretadas por el mercado como una clara señal de incertidumbre y debilidad futura en las condiciones económicas a nivel global.

Las señales de cautela se acumulan si sumamos el débil comportamiento de otros mercados cíclicos, como el de materias primas, y el fuerte crecimiento en los niveles de endeudamiento de la economía americana.

Aunque un simple tuit de Donald Trump comunicando posibles avances en las negociaciones con China seguramente provocará un rebote importante en las tasas de largo plazo, los mercados y la economía global se encuentran en un momento potencialmente vulnerable.

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