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El asunto que el escribidor ha elegido para tratar en esta columna está inspirado en el libro recientemente publicado por Ediciones Proceso, escrito por el reportero y cronista Noé Zavaleta, titulado El infierno de Javier Duarte, que lleva como subtítulo: “Crónicas de un gobierno fatídico”.

Mentiría si les dijera que ya lo leí completo. Apenas lo compré y comencé a leer el domingo. Hasta este momento, he leído el prólogo escrito por la periodista Marcela Turati, la introducción del autor, los primeros cuatro capítulos y el 15; el brinco capitular obedece a que la publicación está dedicada a Rubén Rubencillo Espinosa Becerril, el fotógrafo, amigo y compañero de Zavaleta, de quien en el capítulo quince, éste detalla la personalidad de aquél que fuera asesinado arteramente en la Ciudad de México —todavía era simplemente el DF— el 31 de julio del 2015 y que a la fecha -escribe el autor— “la Procuraduría General de Justicia capitalina ha sido incapaz de esclarecer el crimen, no obstante que fue un multihomicidio”.

En el precitado apartado del libro, el amigo de Espinosa hace un panegírico de éste y da información sobre su exilio del estado de Veracruz hacia la capital de la República, donde encontró la muerte, de la cual, según ambientalistas, estudiantes y periodistas de la entidad, así como el escritor del libro y los académicos de la Universidad Veracruzana (UV) no fue ajeno el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Escribió Noé en la publicación que comento, en el capítulo que preciso, sobre el trabajo de Rubén: “Parecía rechazar los actos oficiales, pero si alguno de los medios locales en los que ya tenía participación de planta (AVC Noticias, El Golfo.inf) le ordenaban cubrir algún evento de este tipo, buscaba el rostro y la silueta más grotesca de cada servidor público. Era experto en ridiculizar a toda “la fauna política” (…) Duarte de gobernador aparecía inflando los cachetes, meneando el abdomen, haciendo gestos de estreñimiento, desorbitando los ojos (…) Américo Zúñiga, el alcalde, con los pómulos rojizos, la boca abierta, la mirada de enojo y la risa sobreexpuesta. Así los cazaba Rubén, así los miraba, así los exhibía, con su ‘fuera de foco’ siempre tan ajeno a la mirada oficial”.

“Las últimas semanas de Espinosa Becerril en Xalapa, antes de exiliarse, fueron por demás tensas. En diversas ocasiones manifestó a sus amigos que el gobierno “los tenía fichados” y que el hostigamiento de los “orejas” (espías) de la Secretaría de Gobierno y la SSP era más constate y dirigido (…) Un día antes de exilarse en la Ciudad de México, Rubén juntó a sus colegas más cercanos y soltó: (…) ayer y hoy me han estado siguiendo, ya es muy directo. Un tipo afuera de mi casa me tomó fotografías y son los mismos que he visto otras veces (…) Mejor me voy antes de que me pase lo que a los estudiantes, que me peguen una madriza, que me manden al hospital un mes y me dejen loco, más de lo que ya estoy”.

En relación con la muerte de su amigo, expresa el escritor: “Rubencillo, fue asesinado de un disparo en la nuca. Junto a él ejecutaron a su amiga Nadia Vera —exiliada de Veracruz meses atrás— y a otras dos jóvenes con las que compartía el departamento: Mile Virginia Martín, de nacionalidad colombiana, y Yesenia Quiroz, así como una señora que por primera vez acudía a hacer el servicio de limpieza, Alejandra Negrete”.

“Del colaborador de Proceso, Cuartooscuro y AVC Noticias se dijeron muchas cosas ‘había fumado marihuana e inhalado cocaína’, ‘sus amigas eran prostitutas’, ‘convivió con sus victimarios’ ‘era desempleado’, ‘salió del lugar del crimen, pero decidió regresar a seguir la fiesta’”.

“Al día de hoy —escribe Noé Zavaleta en El infierno de Javier Duarte- en medio de inconsistencias e irregularidades, la procuraduría de la Ciudad de México ya presentó a ‘presuntos involucrados’ en el quíntuple homicidio: Daniel Pacheco Gutiérrez, Abraham Torres Tranquilino y César Omar Martínez Zendejas, pero no han podido establecer en qué grado están involucrados cada uno”.

En la coadyuvancia que hicieron la Fiscalía General del Estado (FEG) y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) sobre el multihomicidio, sucedido en Narvarte, se tomaron tres declaraciones en Veracruz, la del gobernador Javier Duarte de Ochoa, la del titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal, Arturo Bermúdez y la de un reportero compañero de Rubén. Por cierto que, según la narrativa de Zavaleta, los cuestionarios enviados desde el DF eran escuetos y las hojas ministeriales conteniendo las respuestas fueron enviadas por paquetería, ya que los agentes del Ministerio Público y de la Procuraduría capitalina enviados para la diligencia no se quisieron quedar un día más en ese peligroso y bello estado de nuestra República.

Aclaro a los lectores que el título de la columna obedece al lema o consigna de lucha usado por Rubencillo: “Puño arriba, frente en alto que lo que hacemos es digno”.

Para terminar mi trabajo, que debería ser firmado por el Marqués de Comillas, transcribiré una frase de la introducción del libro de Noé Zavaleta, titulada: “La muerte escogió a Veracruz para vivir”: “Pasamos de ser ‘sólo Veracruz es bello’ a ser el territorio ‘Veracruz seguro’: seguro te secuestran, seguro te extorsionan, seguro te ‘levantan’, seguro te desaparecen, seguro te matan…”.