La suspensión del desfile conmemorativo de la Revolución se antoja un gesto de prudencia que, sin embargo, quienes buscan “agudizar las contradicciones” pudieran suponerlo “debilidad”. Afectado por los atroces crímenes del caso Iguala y su telúrica secuela sin garantía de arreglo del problema por el que atraviesa el Instituto Politécnico Nacional y frente a un … Continued
La suspensión del desfile conmemorativo de la Revolución se antoja un gesto de prudencia que, sin embargo, quienes buscan “agudizar las contradicciones” pudieran suponerlo “debilidad”.
Afectado por los atroces crímenes del caso Iguala y su telúrica secuela sin garantía de arreglo del problema por el que atraviesa el Instituto Politécnico Nacional y frente a un horizonte de crecimiento raquítico de la economía, el gobierno federal tampoco se recupera todavía del disparo periodístico que puso a la pareja presidencial en el centro del debate sobre transparencia y probidad.
El llamado a la prudencia y a la manifestación pacífica de lo que sea se impone hoy más que en los últimos 50 años.
La cancelación del desfile más vale tomarla como estratégica, porque un muerto más en cualesquiera de las movilizaciones de hoy abonaría los objetivos de grupos que desde hace décadas impulsan como la única, en realidad estulta, “ruta de cambio”.
Los promotores de la violencia no deben salirse con la suya porque de la demolición de las instituciones lo único previsible se llama caos.