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Presiones en el peso, el rublo y el real.

Explicar que el peso mexicano no es el único que sufre las consecuencias de un dólar estadounidense fuerte sirve para dimensionar que no estamos en medio de un nuevo efecto tequila y que todos tienen ganas de pegarle al peso.

Pero tampoco podemos quedarnos con esa versión simplemente como un mal de muchos y un consuelo de tontos.

Cada uno de los países involucrados en estos episodios de volatilidad cambiaria habrá de tomar las medidas que al interior consideren pertinentes para enfrentarla. Algunos fomentarán su vocación exportadora, otros defenderán sus monedas con ánimos caninos y otros simplemente habrán de esperar y confiar en que su preparación previa para los tiempos turbulentos funcione.

Ahí está por ejemplo el presidente ruso, Vladimir Putin, enfundado en su traje de oveja ofreciendo la mano a Estados Unidos y Europa, después de que entre las sanciones, la baja en los precios del petróleo y la devaluación del rublo ese país está de vuelta en la recesión.

Vemos a Brasil aumentando sus tasas de interés para tratar de atraer a los más ambiciosos capitales que puedan obviar el riesgo país tan alto de los cariocas y se queden en el terreno de las ganancias del real.

Pero también están los japoneses que en medio de la turbulencia monetaria deciden tirar más la cotización de su yen con sus planes de liquidez para tratar de devolver a la economía japonesa una fuerza exportadora que se perdió en su propio éxito económico.

Pero no hay duda que los primeros que podrían reaccionar son los que han provocado todo este movimiento turbulento por todos lados del planeta.

La economía de Estados Unidos podría no estar en ese camino marcado de recuperación en forma de una diagonal ascendente. El dólar fuerte puede ser un lastre para el crecimiento y la Reserva Federal (Fed) sabe muy bien que ese monstruo verde es su propia creación.

El gran indicador a seguir en la economía estadounidense son sus balanzas externas. Si las exportaciones sucumben ante una ola de importaciones más baratas por el efecto cambiario y esto desacelera la actividad industrial local, se enciende un foco de alerta.

La Fed tiene un monitoreo muy estrecho de indicadores como la creación de empleos, la actividad industrial, el comercio exterior y por supuesto la inflación, para tomar una decisión de cuándo iniciar un incremento en las tasas de interés.

Pero si la velocidad es menor y la inflación no es un problema, cualquier día de estos puede llegar una pequeña señal desde el bunker del banco central que hable de una postergación del ciclo de alzas de las tasas de interés.

Hoy, desde el análisis de los mercados, ya se anticipa que será hasta finales del próximo año cuando pueda darse la primera modificación alcista de la tasa de interés. Pero éstas son consideraciones basadas en el análisis y hasta el sentido común.

Así que las presiones en los mercados del peso, del rublo y del real, por los episodios de un dólar tan fuerte podrían aminorarse el día que desde el banco central estadounidense se anticipe que se tomarán con más calma el cambio en su política monetaria vigente.