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Carlos Antonio Santamarina Díaz, el niño de 12 años que esta semana comenzó sus estudios de Física Biomédica en la UNAM, es un desafío a la ley de probabilidades: En México hay decenas de miles de niños con talentos especiales que no pueden contar una historia tan exitosa como la de Carlos Antonio.

Alrededor de 2 por ciento de los niños mexicanos caben en la categoría de sobresalientes. El 0.5 por ciento podrían ser considerados excepcionalmente sobresalientes, pero la inmensa mayoría de ellos está condenada a no poder desarrollar su potencial, porque México sufre la carencia de una estrategia sostenida y eficiente de desarrollo de los talentos de sus niños y niñas con capacidades excepcionales.

En teoría, la Secretaría de Educación Pública tiene programas oficiales dedicados a esto desde la década de los 80. En la práctica, esos programas no han logrado hacer la diferencia porque carecen de los recursos para apoyar en todo lo que necesitan las personas con potencial excepcional. No hay detección temprana sistemática; tampoco hay la infraestructura necesaria ni suficiente personal capacitado para minimizar sus vulnerabilidades. La mayoría de ellos sufrirán por no poder adaptarse al molde. Algunos ni siquiera sabían que tenían el potencial para ser grandes ingenieros, médicos, matemáticos o músicos ¿Quién se hace cargo de ayudarlos a manejar sus emociones, mejorar sus capacidades sociales y trabajar en su autoestima?

Andrew Almazán Anaya es un joven que hace una década tuvo una atención parecida a la que ahora “goza” Carlos Antonio Santamarina. Él se convirtió en el psicólogo más joven en graduarse, con 16 años de edad. Lo consiguió a pesar de la oposición de las autoridades de la Universidad de Puebla, que se oponían a un tratamiento excepcional para el niño prodigio. Se especializó en el desarrollo del talento y creó un centro dedicado a ello.

En México, la atención a los niños superdotados es marginal. Hay asociaciones civiles, como la AMEXPAS y Telegenio, que gozan de merecido reconocimiento por el esfuerzo que hacen en este campo, pero lo que pueden hacer palidece frente al tamaño del reto. Como país, derrochamos ese recurso que está en el talento. Tenemos mucho que aprender de lo que se hace en otros lados. En Estados Unidos, son varios los estados que tienen programas destinados al apoyo de los niños con talento. Lo mismo ocurre con Canadá, Alemania y Gran Bretaña.

Corea del Sur ha incorporado en su Plan Nacional de Desarrollo el impulso del talento de sus niños y niñas excepcionales. Lo mismo ha hecho China. Esto suena extraordinario, pero es lógico, “los niños con talento son un recurso excepcionalmente valioso (…) esta parte de la población representa a los futuros creadores en la cultura y a los próximos líderes en los negocios y en los sistemas educativos, médico y legal”, afirma David Lubinski, profesor de Psicología de la Universidad de Vanderbilt, quien realizó una de las investigaciones más completas dedicadas a dar seguimiento a niños superdotados.

Una de las ideas equivocadas más extendidas es que los niños con talento no necesitan ayuda, dice la investigación. “Entre más alto el potencial, más difícil es lograr que el estudiante encuentre las oportunidades apropiadas (…) una de las cosas más difíciles es lograr la motivación en la escuela y en la vida”.

Es necesario frenar esta peculiar fuga de cerebros, ¿Por dónde empezamos… necesitamos un CRIT para genios?