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Pregunté sobre la trayectoria y el perfil de David Korenfeld, director de la Comisión Nacional del Agua. Todos los comentarios que escuché fueron positivos. Que es hombre de una pieza, servidor público ejemplar, honesto, uno de los tres funcionarios más eficaces y cumplidores del gobierno del presidente Peña Nieto. Nada de eso, sin embargo, le servirá para mantenerse en el cargo. 

Hay una esencia trágica en esta historia. Por un descuido, un exceso de confianza que no podrá remontar, Korenfeld ha pasado a sumarse a la lista del escarnio. No importa el tamaño de sus activos personales y profesionales: un solo acto mínimamente registrado y mal justificado, lo convirtió ipso facto en símbolo de oprobio. 

En otro momento, otra circunstancia, bastaría con la reparación de la falta por usar unos minutos un helicóptero público, una firme amonestación y quizá una sanción administrativa menor. Eso hoy es imposible. El graderío excitado está deseoso de corazones humanos. Lo de menos es quién llegue y por qué a la piedra de los sacrificios. 

Sé que al presidente Peña Nieto no le gustaba la idea de ver rodar la cabeza de un colaborador leal y reconocido. Tampoco al jefe directo de Korenfeld, el secretario del Medio Ambiente, Juan José Guerra. Pero no hay forma de mantenerlo en el equipo, porque en sentido estricto desvió recursos públicos para su beneficio. Hoy no importa que el desvío sea de poco más de 10 mil pesos. Habrá que darle trato de infractor peligroso, digamos que de delincuente. 

Korenfeld no puede esperar más, tiene que renunciar. Antes que nada, para no seguirle abultando la cuenta al Presidente y a un gobierno con déficit en la imagen de rectitud. Y porque el helicóptero lo acompañaría en cada acción y decisión, un costo que no debería cargarle a la Conagua. Y porque sabe que al hacerlo le ahorrará al Presidente la ingrata faena de despedirlo, el antecedente de que, si corrió a Korenfeld, mañana deberá despedir a cualquier sospechoso de pedir en un restaurante una botella de vino de más de 500 pesos. Ni modo, es el espíritu de esta época. Lamentarse será perder el tiempo. 

Renunciar será enfrentar las eventuales sanciones de la Secretaría de la Función Pública como un ex servidor y no como un colaborador activo del presidente Peña Nieto. Es darle margen de maniobra a un jefe azotado por la percepción de que es en extremo laxo a la hora de castigar conductas que parecen y huelen a corrupción, aunque no necesariamente lo sean. 

Korenfeld se tiene que marchar rápido, en silencio y por la puerta de servicio. Será una casualtie of war de un gobierno sin espacio para proponer grandes discusiones. 

MENOS DE 140. Comentario extendido: Grupo Radio Centro no pagará el viernes los 3 mil 58 millones de pesos. ¿Quién le pagará entonces a David Peñaloza?

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