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Seguramente usted conoce el siguiente dicho: “Un vaso de agua no se le niega a nadie”. Con ello se significa que lo mínimo que se puede hacer por el prójimo es mitigar su sed. Tan es así que la Iglesia Católica pregona entre las siete Obras Corporales de Misericordia la de “Dar de beber al sediento”. Luego entonces, quien le niega al prójimo su acceso al agua, para cubrir sus más elementales necesidades, es un individuo desalmado. Si el que escamotea el agua es un gobernante y los escamoteados sus gobernados, éste, además de ser desalmado, es indigno de su cargo. Ahora bien, si además de escamotearle el agua a sus gobernados la acapara y la retiene para su beneficio particular, además de ser desalmado e indigno de su cargo es un ladrón. Los antiguos griegos inventaron una palabra que resume los tres calificativos aquí empleados: ojete.

Hace unos días en el programa Punto de Partida, que conduce Denise Maerker, fue exhibido un reportaje de Fátima Monterrosa por medio del cual nos enteramos que en el rancho Pozo Nuevo de Padrés, propiedad del gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, y de su familia, ubicado a 5 kilómetros de Bacanuchi, población con serios problemas para conseguir agua, existe una presa con capacidad para almacenar 4 millones de metros cúbicos. Según la información, el muro de contención de la presa mide 120 metros de longitud y 80 metros de altura. El rancho, a decir del embustero Padrés, lo adquirió su padre hace 60 años y desde entonces ya tenía el represo (así le dicen en la región a los aguajes o estancos donde se retiene y almacena agua en cantidades muy menores a los 4 millones de metros cúbicos). Sin embargo, imágenes satelitales mostradas en el precitado Punto de Partida muestran que en el 2008 —un año antes de que don Memo gobernara y 54 años después de que su padre comprará el rancho— no aparecía la presa de marras que si aparece en las recientes imágenes del 2014. Por lo anterior concluiremos que don Memo Padrés Elías pertenece a esa especie de políticos que además de ratas son pendejos: sus raterías no pueden ser ocultadas ni siquiera a una cámara satelital.

En el reportaje de referencia algunos habitantes de Bacanuchi comentaron la magnifica transformación que en los últimos cuatro años ha tenido el rancho de Padrés que tiene una extensión de 3,670 hectáreas, 300 de ellas dedicadas al cultivo del nogal. Cultivo que requiere de gran cantidad de agua, de ahí la necesidad de una presa. Para la construcción de la obra de infraestructura hidráulica (no represo como el góber modestamente la llama) se necesitaron 170 millones de pesos y fue imperioso desviar el cauce del río Manzanal. Lo cual viola el artículo 27 de la Constitución y la Ley de Aguas Nacionales.

Bastaría una investigación sobre el origen de los recursos empleados en la construcción de la presa, la aplicación de la Ley de Aguas Nacionales y contemplar la presunta violación del artículo 27 de la Constitución por desviar el curso de un río y disponer y acaparar, sin concesión gubernamental, del agua para que don Memo se convirtiera en represo (el prefijo re indica repetición y denota intensificación del sustantivo preso).

Cuando el góber represo se dio cuenta que no tenía ni para donde hacerse manifestó que la presa no la construyó para beneficio personal. Dijo que se trata de una obra de defensa para desviar avenidas fuertes del río para que no dañen su propiedad (propiedad que no es personal).

Pero el acabose fue cuando quiso deshacerse del cuerpo del delito y en un impulso que no se si calificarlo de locura o de maldad dio órdenes para iniciar el desfogue de su presa lo cual hizo que el agua tomara su cauce natural del río Manzanal, afluente del Bacanuchi, que tuvo una inusitada crecida que no alivia la escasez de agua en la población del mismo nombre porque, por desgracia, el lecho del río está contaminado por el derrame tóxico de la mina Buenavista. También los griegos encontraron un epíteto para aplicarlo a acciones como ésta: son chingaderas.

Fiestas patrias

Durante la ceremonia con la que comenzó el desfile conmemorativo de la Independencia de México, la bandera nacional se cayó mientras comenzaba a subir por el asta en la plancha del Zócalo. El lábaro patrio se desprendió casi en su totalidad y cayó al suelo. No han faltado quienes encuentren una simbología a este incidente. Hay quien dice que la bandera caída indica cómo están las cosas en el país: por los suelos. Otros dijeron que el lábaro patrio tiene dignidad y se negó a ser izado en un lugar que hace unos días fue convertido en estacionamiento.

En la tarde y en la noche del día 15 hubo conmoción social que se manifestó a través de las redes sociales. ¿El motivo? El hecho de que para entrar al Zócalo a participar de la fiesta popular y a presenciar el grito del presidente Peña Nieto, los asistentes fueran cateados por elementos de la Policía Federal. De la “pasada por la báscula” no se libraron ni los niños, ni los bebés, quienes fueron revisados hasta en sus partes íntimas. Este caso tiene, según yo, una explicación: Para el supremo gobierno no hay enemigo pequeño.