Para acabar pronto, feligreses o no, todos los seres humanos queremos que haya paz. Lo queremos, carajo. En el barrio y en el país, en todo el mundo
La paz en la tierra debe ser, estoy seguro, el deseo principal de todos los católicos, y también de los otros cristianos que en el mundo hay. Me atrevo a más: la paz universal, si no lo es, debe ser un anhelo de todos los leales y honestos musulmanes, budistas, judíos o hinduístas. No me voy a meter a desmenuzar cuatro mil doscientas religiones que hay en el mundo, derivadas étnicas, regionales u ortodoxas de esas cuatro raíces.
Para acabar pronto, feligreses o no, todos los seres humanos queremos que haya paz. Lo queremos, carajo. En el barrio y en el país, en todo el mundo.
Angelo Guiseppe Roncalli, que la historia registra como Papa Juan XXIII, emitió el jueves santo 11 de abril de 1963 su octava y última encíclica, Pacem in Terris . El papa lombardo falleció 53 días después, el 3 de junio de 1963, a sus 82 años.
No con mis palabras —yo no sé cómo se dice en latín, carajo-, Juan XX lanzó un grito universal que sigue vigente.
Tampoco con esas palabras, pero sí con esa convicción, asumió el papado un pronto septuagenario, curtido en ese ejercicio que se llama misiones.
Ser misionero, de cualquier religión, es caminar tierra árida para convencer a conciencias tal vez más áridas aún de que el Dios que proponen es el bueno. Los Testigos de Jehová que se multiplican tocando puertas y ofreciendo la palabra del Señor, son muestra ejemplar de perseverancia.
Pero el misionero de marras era un cura católico gringo de Chicago, llamado Robert Prevost Martínez, en Perú, que como obispo de Chiclayo sentimentalmente se quedó a vivir ahí.
No lo sé, ni a ello me dedico, la frecuencia de la palabra paz en los discursos de ahora y de siempre de Robert Prevost, Papa León XIV. Me cae que son muchas; especialmente desde que salió al balcón vaticano ya investido. El reconocimiento del nuevo Papa de que la mayor carencia que sufrimos es la paz.
A nosotros los pendejos, los políticos nos recetan paz a cucharadas. Una tregua de dos días, un cese al fuego de un mes. Según les convenga. El armisticio entre la India y Pakistán, del que Donald Trump presume padrinazgo, es más importante de lo que parece, aunque lo veamos lejano. Se nos olvida que la India y Pakistán, en lugar de atender el hambre de sus ciudadanos, dedicaron mucha lana a la bomba atómica. Grande o pequeña, ambos países tienen potencial atómico agresivo.
Desde que las armas atómicas existen, estamos conscientes de que cualquier imbécil puede lanzar una bomba a cualquier lado, que puede acabar desatando el fin.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): A los regiomontanos solamente nos falta que el mentiroso gobernador Samuelito, incluya en la lista de los “logros” de su administración del “Nuevo Nuevo León” la elección papal de Robert Prevost Martínez. Al lado de las líneas no hechas del Metro, los cinco mil camiones de transporte urbano que nadie ha visto, la heredada presa Libertad que ahora se llamará -obviamente- Presa León y un sinfín de promesas incumplidas.
El Papa, nacido en Chicago y hecho en Perú, se hace llamar León. ¡Magínate! Además, decimocuarto, que Samuelito seguramente dirá catorceavo.
Gaudeamus, Samuelín.
Estoy seguro de que no sabes lo qué quiere decir.