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Todavía el viernes, Emilio Gamboa se resistía a levantar el acta de defunción. Pero este martes deberá aceptar que el periodo ordinario del Congreso concluye sin un esfuerzo resuelto para aprobar las reformas de seguridad y justicia del presidente Peña Nieto. Estamos hablando de un paquete que, a finales de noviembre, venía con el sello de urgencia extrema.

No veo con prisa a nadie para sacar esas reformas, ni al propio gobierno, me dijo hace un par se semanas Gamboa, coordinador de los senadores del PRI. El viernes matizó con un “tenemos unos puntos que no hemos podido afinar con Acción Nacional”.

—Imposible que salgan antes del jueves 30, Emilio.

—Es muy probable que así sea y no salgan. Hay dos puntos que nos están parando. Nosotros estamos viendo cómo podemos flexibilizar esto con Acción Nacional.

Conclusión: habrá que esperar a octubre, noviembre, quizá a 2016, tal vez al próximo sexenio, para que se concreten las iniciativas de ley contra la infiltración del crimen organizado en las autoridades municipales y la creación de policías estatales únicas.

Cuesta mucho entender semejante falta de interés. Noviembre se vivía con la percepción de un gobierno desaparecido tras la desgracia de Ayotzinapa y una combinación de enojo, resentimiento y sensación de haber sido engañados por gobernantes incapaces de imponer el orden.

Ante esa indignación inauditamente extendida, se organizó un gran mensaje del presidente Peña Nieto para el jueves 26. Aquel de los 10 puntos. Sigo pensando que acertó en el diagnóstico y la propuesta, pero los partidos de oposición la consideraron insuficiente, organismos internacionales de derechos humanos señalaron que se trataba de repeticiones de planes que estaban en curso y especialistas en asuntos de seguridad la recibieron con demasiada cautela.

Algunos confiamos, sin embargo, que la arenga del Presidente de ir hacia delante con la fuerza común se terminaría imponiendo. Pues, no. No, no, no. Faltó talento o faltó voluntad. O el Presidente nos engañó con un falso sentido de urgencia, o desistió en el camino, o el PRI no lo acompañó con la firmeza que se requería en una empresa de ese tamaño.

Lo cierto es que cinco meses después, el país es exactamente el mismo en leyes y pretextos que el del otoño traumatizante de los 43 desaparecidos. Patear el bote acabó siendo el nombre del juego. Total, a la larga todos estaremos muertos. Como los de Ayotzinapa.

MENOS DE 140. Entre 10 y 12 mil serán los maestros que llegarán a protestar al DF en mayo. Cálculo del gobierno federal.

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