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El año preelectoral en las democracias es como la brisa que anuncia que adelante está el mar: refresca, estimula, promete.

El efecto es general, porque, aun con el mejor de los gobiernos, siempre hay una parte sustantiva de la sociedad que está harta del que tienen. En todas las sociedades, aun en las más satisfechas, las elecciones tienen un restillo de aventura, son una invitación al cambio.

El 2017 tuvo entre nosotros este aire de apuesta y mudanza, aun cuando los partidos gocen de poco prestigio.

Porque la democracia es muchas cosas pero entre otras, fundamentales, es una convocatoria periódica a renovar la esperanza.

El toque de aventura es más intenso en sistemas que, como el mexicano, tienen periodos de gobierno tan largos: seis años que, desde el segundo o el tercero, tienden a volverse previsibles, decepcionantes o incorregibles.

Si los últimos presidentes mexicanos, en lugar de seis años, hubieran gobernado cuatro, habrían evitado sus peores momentos.

Luis Echeverría y López Portillo se habrían ido antes de devaluar la moneda en su sexto año: 1976 y 1982.

Miguel de la Madrid se habría ido en 86, dos años antes de la crisis electoral de 88. Carlos Salinas se habría ido en 1992, dos años antes del terrible 1994, en que mataron al candidato del PRI y se derrumbó la economía.

Fox habría terminado en 2004, antes de embarcarse en el pleito del desafuero con López Obrador para lograr solo lo que quería evitar: potenciar aquella candidatura.

Calderón habría terminado en 2010, antes del año pico de la violencia en su sexenio: 2011.

Peña habría terminado hace un año, en 2016. Llevaríamos ya uno del actual presidente: Anaya, López o Meade, y estaríamos a dos años de que empezara el año electoral de su relevo.

El 2017 habría sido mucho peor en el ánimo público si no hubiera traído en las entrañas la promesa de elecciones inminentes: el fragor de las pasiones políticas moviéndose hacia la competencia de 2018.

La alegría de poder cambiar es una de las magias de la democracia. Nos acompañó, pese a todo, en 2017.

Las vacaciones de esta columna empiezan hoy, terminan el 8 de enero. Hasta entonces.

Feliz Navidad.

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