Elecciones 2024
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Ojalá no haya sido la tardía conmemoración de la batalla de Centla (Cintla en náhuatl) entre conquistadores y aborígenes (14 de marzo de 1519) el pretexto para que Andrés Manuel López Obrador pospusiera casi un mes, de manera repentina, el acto que ayer iba a encabezar en el buque escuela Cuauhtémoc para entregar condecoraciones y almorzar con los galardonados, hechos los gastos por un gobierno que se ufana de austero y ahorrativo.

Más allá de la frustración de los seleccionados y sus familias por la cancelación, ¿cuánto dinero habrá significado haber hecho llegar (por primera vez en su historia) el emblemático velero al puerto de Frontera, donde sería el acto? ¿Cuánto en el servicio y la preparación de los alimentos que se programaron?

Pero el misterio de la postergación pasa a ser lo de menos ante la inaudita noticia de que AMLO exhortó al rey de España y al Papa a pedir perdón; que “se haga un relato de agravios a los pueblos originarios” por “las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos. Hubo matanzas, imposiciones. La llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz…”.

Desde la zona arqueológica de Comalcalco y acompañado por su esposa Beatriz, recordó que Hidalgo y Morelos fueron excomulgados; que en el Porfiriato se reprimió “hasta el exterminio” a los yaquis, mayas, e “inclusive a los chinos durante la Revolución”, y anunció que 2021 será el año “de la reconciliación histórica”.

Con el conflicto como eje de su discurso cotidiano, lo ideal es que se ocupara de la conciliación en el presente, dejando de bulear a sus críticos y opositores con el fififeo, el mafieo y el saqueo de cada mañana.

Se ignora lo que haga el Vaticano, pero el gobierno socialista de Pedro Sánchez bateó ayer mismo la presidencial ocurrencia: “La llegada, hace quinientos años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas, no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria”.

A lo insensato de la petición se suma la triste y rencorosa coincidencia de que algo así quiere el tiranuelo Nicolás Maduro, quien pidió a España en 2016: “En vez de estar celebrando el 12 de octubre como el Día de la Hispanidad, debería declararlo día de duelo, prender unas velas, orar y pedirle perdón a América entera por la masacre que hicieron sus antepasados coloniales…”.

Para desagraviar ofensas remotas, ¿quién pedirá perdón por el cura Hidalgo, que azuzó matanzas con arengas tales como “¡Guerra eterna contra los gachupines!” o “Las cartas están jugadas, ¡vamos a coger gachupines!”? ¿Y por Pancho Villa, cuyas hordas en Torreón tiraban al blanco y arrojaban chinos de las azoteas? ¿O por los tlatoanis mexicas y la recurrente cacería de tlaxcaltecas para sacarles el corazón…?