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No es una invasión, no es una guerra, no es la espera previa a un ataque y tampoco es una escena de la nueva película de Steven Spielberg.

Esta imagen tomada por Erin Schaff, fotoperiodista del New York Times, fue la primera fotografía que vi por la mañana y mi pensamiento divagó entre algo ficticio, el pasado, una película y la duda si Estados Unidos había entrado en guerra.

Cuestión de minutos para armar las piezas de la información y entender que parte de la Guardia Nacional del país norteamericano se encontraban en el interior del Capitolio, por mera acción preventiva ante el cuarto impeachment en contra del presidente Donald Trump.

Pareciera que al presidente de los Estados Unidos le había hecho falta generar mayor división, violencia y escándalo a solo dos semanas antes de dejar su cargo.

Donald Trump cayó de la gracia del mundo entero, influyó y orilló a sus seguidores a colocar a su propio país en una crisis nacional.

La semana pasada atestiguamos cómo el Capitolio se convirtió en una zona de confrontación, entre hombres y mujeres extremistas que denunciaban a gritos, golpes y palazos el supuesto fraude electoral en el que colocaban a Trump como perdedor.

“La santidad del Capitolio” fue violentada, así lo calificó Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes.

La máxima figura de un país, incitó a una insurrección a su propio sistema, un poco como querer prender en llamas tu propia casa y después hacer creer que todo fue un accidente.

Cientos de soldados acataron la orden del general Mark Milley y los jefes del Estado Mayor Conjunto en donde declaraban que el Ejército protegería la Constitución de Estados Unidos contra cualquier enemigo interior, hasta el próximo 20 de enero cuando Joe Biden se convierta en Comandante en Jefe.

Esta imagen es brutal si la vemos como piezas de un rompecabezas de un país que se enfrentó ante la debilidad de su propio sistema político y de seguridad.

La Guardia Nacional se desdobló en el interior del Capitolio, rodeando todo el edificio. Cientors de militares durmieron en el helado piso de mármol, otros hicieron guardia sentados o recorriendo de un lado a otro.

Militares armados, chalecos antibalas, mochilas, preparados y diligentes para cualquier orden de proteger sea como sea y ante quien sea.

Esta vez no sería como el seis de enero, no habría hombres disfrazados, ni provocadores escalando las paredes del recinto.

No habría un desorden, ni mucho menos un ataque en contra.

Cinco soldados en el piso, alrededor de uno de los más grandes presidentes de su país, George Washington. Como si le estuvieran haciendo una guardia especial, mientras que el que sube las escaleras se asegura que nadie lo mire y lo agreda desde las alturas.

Todos los puntos cubiertos, simbolismos de paz y de defensa a la patria.

Los mismos que entrenan a sus hombres a dejar sus vidas por su nación, estaban allí dormidos con los cuellos chuecos, con la incomodidad debida, pero con la mano entrenada a no soltar sus armas.

Dispuestos a matar y accionarse en cuestión de un instante con George Washington a su pendiente, seguro de ellos.

No les volverá a pasar - no-volvera-a-pasar
Miembros de la Guardia Nacional en el Capitolio de Estados Unidos. Foto de Erin Schiff / NYTimes

Todos resguardando la decisión del Congreso, en espera de una acusación directa, un juicio pendiente, una relativa venganza y una ansiada victoria de recuperar lo incólume, lo intocable, la perfección y el justo deber patriótico.

La historia de Estados Unidos de América está llena de patriotas y la escena que captó Erin es una reverberación de ello, incluso hasta la propia luz cálida de un despertar.

El Padre de la Patria los vigila, para que no descuiden la virtud que en tantos años de la historia de su país han cuidado y defendido.

La democracia, la paz y el sentido de patriotismo no pueden ser atacados por turbas e incluso por el hombre que los gobierna. Estados Unidos no sabía de ello, y hoy con la experiencia de hace una semana, dejan claro que no volverá a pasar.

Su sistema es intocable y tienen a su Ejército listo para defenderlo. Una foto digna para la historia de un país que se creía invulnerable.