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El 30 de junio de 2014, se difundió con ruido considerable que cuatro mexicanos viajaban en un taxi en Fortaleza, Brasil, después de la derrota de la Selección ante Holanda, y que desde el taxi uno de los cuatro manoseó a una brasileña. Como el acompañante de la mujer enfureció, los mexicanos bajaron y lo medio mataron a golpes.

Llegó la policía. Los metieron a la cárcel acusados de lesiones graves.

Con esa bastante inverosímil versión, se desató en México un verdadero linchamiento mediático contra los “panistas de Fortaleza”, pues dos habían sido diputados de ese partido y trabajaban en la panista delegación Benito Juárez. Y aunque para la segunda semana de julio, el defensor Xavier Olea había expuesto con razonable verosimilitud y confiabilidad que no se denunció ningún tocamiento sexual y había contradicciones profundas en el expediente, el linchamiento no paró. Ni siquiera porque los presuntos agredidos eran hijos de poderosos de Fortaleza y el caso pintaba como una abusiva demostración clasista y xenófoba.

Sin imputaciones sólidas, los mexicanos dejaron la cárcel y, tras unas semanas de arraigo, en noviembre pudieron marcharse de Brasil: dos de ellos, exonerados; uno (Sergio Eguren), pagando una simbólica reparación del daño, y el otro aun en un poco preocupante proceso de cierre.

Eso sí, les jodieron la imagen. Y a sus familias también. Ayer, a un año de aquel juego del Mundial que dio lugar a la célebre expresión “no era penal”, Sergio decidió contar la historia en detalle.

Contó que tomaron unas cervezas en el estadio, pero en modo alguno estaban borrachos. Él iba en el asiento del copiloto del taxi, con la ventana abajo, con la verde puesta, cuando unos brasileños se acercaron en un embotellamiento, los insultaron por ser unos mexicanos perdedores y uno le tiró golpes a la cara. El hermano de Sergio se bajó del taxi y se desató la pelea en clara desventaja numérica. Después vendrían la cárcel, 10 días de incomunicación, el maltrato, la libertad.

—Fue un error que siendo funcionarios públicos saliéramos a defendernos y pusiéramos la situación fuera de control —me dijo—. El error fue defendernos y haber estado allá. Fuimos agredidos por gente muy influyente, por los mirreyes de Fortaleza.

Ya en México, se quedó sin trabajo, debió sacar a sus hijos de la preprimaria y cambiarse de casa. Los linchamientos mediáticos nunca se disuelven sin dejar secuela y huella. Ahora, con sus tres compañeros de infortunio, busca fondos para crear una asociación que defienda a mexicanos detenidos en el extranjero que no reciben auxilio de las autoridades. El nombre ideado para la asociación es certero: “No era penal… ni será”.

—¿Qué tanto los apoyó la embajadora en Brasil, Beatriz Paredes?

—No tuvo la oportunidad o el tiempo de tomarnos una llamada —concluye Sergio—. Por eso queremos crear “No era penal”. Porque todos los mexicanos deben tener un apoyo cuando se encuentran vulnerables fuera del país.

MENOS DE 140. Ex perredistas y académicos trabajan en la candidatura presidencial, como independiente, de José Woldenberg. ¿Él está de acuerdo?

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