Elecciones 2024
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Las semanas recientes me ha ocurrido que adonde voy no falta un amigo o conocido que sabiendo de mi voto a favor de Andrés Manuel López Obrador en los pasados comicios, me reclama las actitudes y las acciones del presidente, como si yo fuera su jefe de asesores. ¿Los tendrá? ¿Y si los tiene les hará caso? ¿Y si les hace caso lo asesorarán de manera correcta?

A partir de la semana pasada he respondido a los reclamantes invitándolos a protestar. Antes del domingo 5 de mayo los exhortaba a unirse a la marcha (marchita) del silencio que reunió a 15 mil inconformes con la gobernanza del tabasqueño y que, según los reportes, no fue tan silenciosa.

Si bien es cierto que durante su campaña preelectoral apoyé y pugné por el triunfo en las urnas de AMLO, en su campaña postelectoral, es decir la que lleva a cabo todos los días desde el primero de diciembre cuando ascendió al poder, no lo he visto con la misma concordancia y no estoy de acuerdo con determinadas decisiones como la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), inmueble que ya estaba avanzado en su edificación y que bien pudo, como lo ofreció en una ocasión, concesionarlo a particulares. La verdad es que la encuesta que arrojó como resultado el rechazo popular al levantamiento de la terminal aérea me pareció deficiente y manipulada. Respecto a este tema hay algo que vale la pena considerar: Sí, como se dijo, el NAIM era un enclave de la corrupción esa era una razón suficiente para, sin poner un solo peso de dinero público, dejar la obra en manos de las personalidades de la iniciativa privada que pugnaban por su construcción urgente y necesaria. Además, como también se dijo, que la precitada terminal aérea iba a estar expuesta a inundaciones por estar fincada en el vaso del Lago de Texcoco, dejar en manos de los particulares el final de su construcción y su operación, hubiera sido una buena jugada para si el aeropuerto sufriera inundaciones y daños mayores, el presidente diera constancia de que su oposición a erigirlo tenía razón.

Para suplir al Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el gobierno de la 4T diseñó un plan para que funcionen en el Valle de México, tres aeropuertos distantes uno del otro poco más de 50 kilómetros. Esto les parece a los técnicos en aeronáutica, urbanismo y vialidad inoperante. Con el agravante de que a 10 kilómetros de donde se piensa -¿o pensaba?- ampliar con dos pistas el Aeropuerto Militar de Santa Lucía existe el Cerro de Paula, en donde existen vestigios arqueológicos teotihuacanos y cuya presencia les pasó desapercibida a los que planificaron la ampliación. Ahora están obligados a modificar la obra o rebajarle tamaño al cerro con el consiguiente incremento en su costo, aunque López Obrador “tenga otros datos”.

A mis amigos que me critican por haber concedido mi sufragio a Andrés Manuel, así como a los pocos que han salido a la calle para protestar por el gobierno del fundador de Morena, les pregunto: ¿Por qué no protestaron por la Casa Blanca de Peña Nieto? ¿Por el incendio, sin castigo para los responsables, de la Guardería ABC en el sexenio de Calderón? ¿Por los negocios ilícitos de los hermanos Bribiesca Sahagún, entenados de Fox?

Todos los errores de AMLO –que los tiene y que se niega a reconocer- son magnificados por sus enemigos –que los tiene y en mayor cantidad que sus errores- aquellos que serán perjudicados durante su gobierno que esperamos acabe con la corrupción, la impunidad y el dispendio. Aquellos a los que no favorece la nueva ley laboral que acabará con los líderes charros dueños de los sindicatos, de la voluntad de trabajadores y de las cuotas. Aquellos que en connivencia con el crimen organizado han forjado cuantiosas fortunas con el tráfico de drogas y el huachicol.

Yo voté por López Obrador y no soy de los que pido su dimisión. Aunque percibo que le queda un gen priista –polvo de aquellos lodos- de presidencialismo omnímodo: Él es el pitcher, el cátcher, el bateador y hasta el ampáyer. Creo en su honradez y en que es refractario a la transa y a obtener y atesorar cosas materiales. Creo en su amor por México. Todavía, cinco meses es poco tiempo para juzgar un gobierno, le doy el beneficio de la duda. Pero tampoco me quiero cegar y dejar de señalar las cosas que me parecen debería de dejar a un lado porque, reitero, parece que sigue en campaña y todos los días aprovecha sus conferencias mañaneras para denostar a sus adversarios a los que llama neoliberales, conservadores, neoporfiristas, fifís e hipócritas –algunos lo son pero para qué decirlo a los cuatro vientos, basta con saberlo.. Si bien es un presidente sui generis, debe serlo de todos los mexicanos y creo que no está bien que provoque la confrontación que polariza a la sociedad. Debe haber alguien que se lo haga ver. Así como hizo su lema de campaña: ‘Por el bien de México, primero los pobres’. Debería adoptar una divisa para su gobierno: ‘Por el bien de México, no a la polarización de los mexicanos’.

Colofón

Madre sólo hay una y a veces… ni eso.

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