Elecciones 2024
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El domingo comí con mi amigo Andrés. No lo veía desde un poco antes de las pasadas elecciones. Por supuesto que, como siempre sucede con él, el tema político hizo acto de presencia. Apenas nos acomodábamos para charlar cuando surgió el primer reproche de su parte: No debiste nunca hacer público tu voto. Por algo el voto es secreto.

Lo hice —traté de explicarle— para mandarle un mensaje al lopezobradorismo. Dije que voté por Andrés Manuel, cuyo diagnóstico de país comparto, pero lo hice condicionalmente; con la firme esperanza de que cumpliría —cumplirá, espero— sus promesas de campaña. Advertí, que mi voto no establecía un compromiso con el elogio; por el contrario, ejercería la crítica en contra de su política cuando, a mi manera de ver, no fuera ésta congruente con sus propuestas o estuviera en contra del sentido común y del bienestar social.

Si has leído mis columnas —dije sin esperar respuesta— habrás visto que en julio me adelanté a un tema que en el último mes ha hecho explosión. En una columna titulada: ¿Y los servidores públicos de carrera? Escribí: “los servidores públicos de carrera son aquellos profesionales que garantizan que la administración pública opere con continuidad y eficiencia sin importar los cambios políticos. El tema viene al caso por las propuestas del virtual gobierno de Andrés Manuel López Obrador acerca de los sueldos de la alta burocracia. Pienso que debe de haber un deslinde entre los Altos Empleados Públicos que nombra el presidente —los que forman parte del Gabinete Legal y del Gabinete Ampliado— y los profesionales que trabajan en diversas instancias gubernamentales y que tienen experiencia, conocimiento técnico, honestidad y compromiso. Éstos son regidos por la Ley del Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública Federal —ley que contempla el rubro ingresos de manera flexible, según la experiencia y los resultados en el trabajo”.

Esos profesionales —dijo Andrés que me había dejado hablar mientras él se servía la primera cuba de la tarde— sí tienen acomodo en las empresas privadas y sí le hacen falta al gobierno para que las cuestiones técnicas de cualquier secretaría o dependencia de gobierno funcionen a pesar que al frente de la misma esté un compadre del Primer Mandatario que no es más pendejo porque no ha ido a los ensayos.

También escribí otra columna en la que planteé la necesidad de que el presidente López Obrador disponga de un avión, si se quiere no el lujoso que usó Peña Nieto. El presidente de la república no puede esperar dos horas y hacer cola en un aeropuerto. Eso estresa a cualquiera y es una pérdida de tiempo.

Esa columna la leí y me pareció interesante tu propuesta. No es posible que el Ejecutivo de la nación pase cinco horas en un aeropuerto por el retraso de su vuelo. Tampoco es posible que tome café en el Oxxo como cualquier hijo de vecino.

Sí, me lo imagino haciendo cola para pagar porque, como siempre sucede en los Oxxo, la segunda caja no funciona.

Cuando me entero de las cosas que hace AMLO me acuerdo de la novela de Jardiel Poncela ,La Tournée de Dios. Cuando Dios baja a la tierra había gran expectación por conocerlo, el Sumo Pontífice le dice: ¡Divina Majestad! y Dios le replica: “Nada de títulos, Señor y de tú como en el Padre Nuestro”. Dios se muestra tan humano que a la semana de andar como cualquier señor por la capital de España ya no le causa sorpresa ni extrañeza a nadie. Dios viaja en tranvía, visita cabarets y va al galgódromo, al salir del cual dice: “aquí no gana ni yo”.

Recientemente, —vuelvo al tema— el pasado día 6 en mi columna hice una crítica a la incongruencia de continuar construyendo, sin saber bien a bien para qué, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Concluí mi escrito sugiriendo que si no saben qué hacer con la obra construyan un aeropuerto.

En un principio defendiste la cancelación —dijo Andrés que ya se servía otra.

No la defendí, me referí a la cantidad de obras truncas y elefantes blancos, como la barda perimetral de la supuesta refinería que se construiría en Tula, Hidalgo, que se han construido en el país sin que nadie se rasgue las vestiduras como se las han rasgado por el NAIM.

Te voy a dar un argumento para que también te rasgues las vestiduras tú: Para pagar, una parte, de los bonos del NAIM, si es que los dueños aceptan, se mermaron mil millones de pesos del presupuesto destinado a la UNAM. Recordarás que López Obrador ha dicho hasta el cansancio que sólo la educación salvará a México de la delincuencia y de la corrupción. ¿No crees que podría dar marcha atrás en la cancelación del aeropuerto en Texcoco y darle íntegro el presupuesto a la UNAM?

Visto así tienes razón. Rectificar no es deshonroso. Corregir es de hombres. ¿Por qué no ajustar el proyecto de Texcoco y lograr un acuerdo para que la Iniciativa Privada se haga cargo de la construcción, del negocio y de los riesgos? Es de sabios cambiar de opinión.

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La gente se enoja cuando la mandan a la chingada. Pues no vaya y ya, o diga que va a ir y se va para otro lado.