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Si cuando una persona que no pertenece a congregación religiosa alguna, por fin, luego de pensarlo mucho, de medir las consecuencias que la decisión provocará en su vida, se atreve a comunicarle a su entorno su condición de homosexual, se dice que se salió del clóset; pienso que cuando un sacerdote católico es el sujeto de una acción similar es válido decir, en sentido figurado, que se salió del confesionario.

Y del confesionario salió causando un gran revuelo el sacerdote polaco monseñor Krzysztof Olaf Charamsa, teólogo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y secretario adjunto de la Comisión Teológica, quien anunció ser gay: “Quiero que la iglesia y mi comunidad sepan quien soy: un sacerdote homosexual; con un compañero, feliz y orgulloso de mi propia identidad”. El compañero o pareja es Eduard Planas, español de Cataluña, quien trabaja en una compañía telefónica —éste se salió de la cabina.

El religioso polaco declaró que está consciente de que su revelación lo obligará a renunciar a su ministerio “que es toda mi vida”. También expresó: “Debo hablar de lo que sufrí en la Doctrina de la Fe, que es el corazón de la homofobia de la iglesia católica. Una homofobia exasperada y paranoica”. (La homofobia es, en la época actual, una inquisición de bolsillo que elimina los derechos de las personas por el simple hecho de sus preferencias sexuales. Sataniza la conducta de un hombre que se ve atraído por otro hombre o la de una mujer atraída por otra mujer. Los homofóbicos se dejan llevar por prejuicios y falsos moralismos).

Monseñor de difícil apellido, compareció ante los periodistas con su pareja para que se viera que ese amor del que hablaba no era algo abstracto sino que tenía cara y ojos, manifestó que “cada persona homosexual es un hijo de Dios. Ésta es la voluntad de Dios para nuestra vida, también para mi vida con él.

Cabe aquí recordar que a su regreso de Brasil en agosto del 2013, Su Santidad, el papa Francisco comentó: “Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?

La reacción del Vaticano —al parecer, en algunos temas Francisco es una figura decorativa— a lo dicho por el polaco fue inmediata: la Santa Sede comunicó por medio de su vocero, el cardenal Federico Lombardi, que monseñor Krzyszof Olaf Charamsa ya fue apartado de todas sus funciones, inclusive de la docencia de las Universidades Pontificias donde impartía la materia de Teología; su futuro compete a su ordinario diocesano. Según Lombardi, la manifestación del polaco la víspera del inicio del Sínodo de los Obispos sobre la Familia “es muy grave e irresponsable”.

El prelado polaco que dedicó su gesto a “muchísimos y fantásticos sacerdotes gays que no tienen la fuerza de cumplir un gesto de liberación” expresó que su acción tal vez ejerza “una buena presión; de hecho, una participación cristiana que quiere llevar al sínodo sobre la familia la respuesta de los creyentes homosexuales”.

Como se sabe, el sínodo tiene como objetivo proclamar el evangelio de la familia a todos los que viven esta experiencia humana personal, de pareja y de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad familiar.

(Con todo respeto para el papa Francisco, apreciado en esta columna: ¿qué saben los obispos de la familia si, con excepción de la paterna, ellos, por su condición de célibes, jamás han tenido una? No saben lo que es la convivencia matrimonial. Jamás han experimentado la angustia que causan los hijos al nacer y el desasosiego en sus distintas edades. La zozobra que genera el hijo adolescente cuando llega tarde a casa, tal vez con aliento alcohólico. Ya no digamos de las hijas, ¿cómo educarlas para que sin dejar de disfrutar de la modernidad, de su maravillosa edad y de su natural deseo de divertirse y convivir con el género masculino conserven una posición de mujeres respetables, dueñas de sí mismas?

En fin, sólo falta que los padres de familia organicemos un congreso para juzgar el comportamiento de los curas, sacerdotes y similares. Supongamos que lo hiciéramos, que nos juntáramos, tres o cuatro días, 10 o 12 matrimonios con sentido crítico para darle a las autoridades de la iglesia católica una sopa de su propio chocolate. Luego daríamos a conocer al mundo las conclusiones de nuestro congreso. Aquí algunos ejemplos: expulsión inmisericorde de la iglesia a los pederastas de todos los rangos. No se vale usar, como lo hace la alta jerarquía eclesiástica para transportarse, vehículos de lujo. Su Santidad Francisco en Buenos Aires andaba en un bochito; aquel monseñor que quiera practicar deporte vaya a correr al parque y no se ejercite en lujosos club de golf como lo hiciera el difunto monseñor Schulenburg y lo hace el emérito Onésimo Cepeda; evitar vivir en mansiones con alberca como la del cardenal emérito Juan Sandoval Íñiguez; en fin, que practiquen la pobreza y el amor por los pobres como lo hiciera Jesucristo, a quien dicen representar. Una resolución que yo aportaría en el listado de conclusiones del congreso de marras sería la de prohibir a los prelados que padezcan halitosis confesar a los fieles, porque se dan casos de confesores que emanan un desagradable mal aliento que desalienta a los penitentes a confesar todos sus pecados.