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En México poco más de la mitad de sus habitantes –60 de 120 millones– son mujeres. Mujeres que por el simple hecho de serlo sufren hoy el embate de un machismo delirante.

En nuestra sociedad los varones gritan a voz en cuello que “son muy machos” y presumen de serlo porque golpean a sus mujeres. Lo digo en plural porque la mayoría tiene más de una y eso los hace más nachos –según ellos– frente a otros iguales.

Muy triste y preocupante es ver que México es un país de 10; pero de diez mujeres asesinadas cada 24 horas.

Día con día quedan familias sin hijas, hermanas, madres, abuelas, esposas o tías.
Esas familias quedan huérfanas de amor, muchas veces de sustento por perder a quienes llevaban el alimento, el vestido, la medicina o el techo y sobre todo porque dejan un hueco en el corazón y un miedo en el alma.

El machismo no es una moda, viene desde nuestros ancestros originarios y también de los conquistadores españoles.

Esas sociedades patriarcales –organizaciones sociales primitivas– en las que la autoridad era ejercida por un varón jefe de cada familia y se extendía hasta los parientes lejanos de un mismo linaje llegaron para quedarse hasta nuestros días.
Hoy México no es la excepción.

En España asesinan a dos mujeres por día y 6 de cada 10, son asesinadas por sus maridos o parejas.

Los feminicidios cunden también en Europa, África, Australia, América Latina, Norteamérica y ni qué decir de los países árabes donde las mujeres carecen de los derechos más elementales como elegir al esposo, descubrirse el rostro, el cabello o los pies.

Pero lo que nos ocupa es lo que ocurre en nuestro territorio –acordémonos de “las muertas de Juárez”– y de lo que está pasando en el país con dimensión nacional que demanda con urgencia políticas públicas encaminadas a proteger a las mujeres.
Sin embargo, este tema no estuvo incorporado en el listado de los asuntos más importantes que atender en el programa de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, como tampoco apareció en las prioridades a atender de la señora

Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

La gravedad del problema contra más mujeres –secuestros, asaltos, violaciones y asesinatos– nos arroja datos impensados. Durante el primer semestre de este 2019, en México se registró un aumento del 20% más que en el mismo periodo del 2018.
Habrá quien señale que las mujeres somos fábrica de machos y en cierto sentido lo somos.

En el seno familiar al niño se le exime de lavar su plato, asear su cuarto, prepararse la comida, planchar su ropa, etc. Eso se le endilga a la hermana. Y cuando el niño llora por cualquier tropezón, de inmediato surgen voces: “los hombres de lloran” “serás mariquita”.

Este comportamiento en el hogar va generando en el varoncito un empoderamiento que al cabo del tiempo, en la escuela, empieza por agredir y menospreciar a sus compañeras, más tarde, se organizan pandillitas para golpearas, y así hasta madurar un comportamiento silvestre y agresivo contra las jóvenes.

El problema contra las mujeres es un problema que debe ser tratado de fondo.
De no ser por las recientes manifestaciones feministas –más que justificadas, plausibles y dignas de solidaridad– en Ciudad de México y en otras entidades, los gobiernos de la República y la capital del país seguirían haciendo caso omiso de semejante drama.

Mujeres valientes y cansadas de exigir a las autoridades voltear a ver lo que ocurre y sin ser escuchadas se lanzaron a la calle para hacerse presentes con sus demandas de ser atendidas y protegidas.

Este problema debe ser tratado desde la familia, la escuela, el lugar de trabajo, en la calle, en el transporte público, etc. Pero hace falta, a la vez, sensibilizar, concientizar y capacitar a los “guardianes del orden”: policías, soldados y marinos y leerles la cartilla para que respeten cuiden y protejan a más mujeres, cualquiera que sea su edad, condición física, condición social, color, religión y que, en caso de no hacerlo o incurrir en algún delito contra ellas, deberán ser castigados rigurosamente y así poder ganarse el respeto de la sociedad.

A nuestro gobierno habrá que llamarle su atención para que se apure a enfrentar este gravísimo problema que llena de dolor y sangre los hogares mexicanos.

Que la Guardia Nacional no sólo detenga migrantes, enfrente al narcotráfico o recorra las calles, sino ¡que se involucre en los problemas de inseguridad de la sociedad toda!
Acompañamos a las feministas en su lucha contra los abusos, discriminación y muerte de miles de mujeres. Sólo quedaría mencionar que, para ello, no hay necesidad de cubrirse el rostro ni agredir a periodistas hombres por cumplir con su trabajo, ni lastimar los monumentos históricos ¡patrimonio de todos los mexicanos!

¡Digamos la Verdad!