México todavía no está en una situación así. Ni las campañas ni la jornada electoral del pasado 6 de junio estuvieron definidas por choques entre simpatizantes de distintos partidos
La semana pasada comenté en este espacio que la polarización expresada en el discurso político y en los medios todavía no deriva en una fractura social. Sin embargo, el riesgo sigue ahí.
El ánimo social en México dista mucho de lo que pasa en Estados Unidos, donde las posiciones políticas ya definen hasta las relaciones interpersonales. Lo vemos con las confrontaciones por el uso de las mascarillas y, en un nivel más amplio, lo advertimos el 6 de enero pasado durante la toma del Capitolio por parte de seguidores de Trump.
Las encuestas de opinión muestran que, en aquella nación, tanto republicanos como demócratas cada vez rechazan más que sus hijos o hijas se casen con algún simpatizante de un partido al que no son afines. Y según varios estudios académicos, la discriminación por razones de identidad partidista es tanto o más fuerte que la racial.
En un editorial reciente de The New York Times, Timothy Egan señala que el tribalismo y el odio por razones políticas brotan sin tapujos y provocan que Estados Unidos se esté convirtiendo en una nación cruel (“America is Getting Meaner”, 25/06/2021). En enero, las encuestas indicaban que casi tres de cada 10 estadunidenses estaban a favor de la violencia política “en caso necesario”.
México todavía no está en una situación así. Ni las campañas ni la jornada electoral del pasado 6 de junio estuvieron definidas por choques entre simpatizantes de distintos partidos.
Pero debemos considerar que lo que estuvo en juego fue el grado de división o de concentración que alcanzaría el poder. La disyuntiva no fue entre todo o nada, sino entre más o menos. En cambio, la revocación de mandato anunciada para 2022 sí plantea ese dilema y sí podría ser un parteaguas.
De haber revocación, muchos de quienes simpatizan con el Presidente o se han beneficiado de sus políticas sentirán que podrían perderlo todo y, en caso contrario, quienes se sienten amenazados por la 4T serían los que tendrían esa percepción.
Cuando hay tanto en riesgo por una situación de “suma cero”, como la que plantea la revocación, las pasiones se acentúan, mientras la intolerancia y el riesgo de confrontación se agudizan. Y lo que queda es un terreno fértil para la fractura social.