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Ante la hostilidad manifiesta del gobierno estadounidense, el mexicano ha empezado por fin a perfilar una posición.

Durante una doble reunión con periodistas el lunes pasado, el presidente Peña dijo que México no negociaría por separado comercio, seguridad y migración. Que si querían una cosa, Estados Unidos debía querer las otras dos.

El martes siguiente, luego de conocerse las ignominiosas reglas de persecución de deportación de migrantes anunciadas por el Homeland Security, el embajador propuesto para la embajada de Washington, Gerónimo Gutiérrez, dijo en su audiencia entre los senadores que esas reglas no obligaban al Estado mexicano.

México, agregó Gutiérrez, responderá a esas medidas según su propio marco legal y de acuerdo con sus intereses nacionales. Añadió que el trato con Estados Unidos se regiría por el principio de reciprocidad.

El miércoles siguiente el canciller Luis Videgaray rechazó enfáticamente la unilateralidad de las nuevas reglas migratorias estadunidenses. Dijo que México acudiría a instancias internacionales para defender los derechos humanos de los mexicanos amenazados por esas reglas y estableció la agenda migratoria como el primer punto de las conversaciones que esa noche tendría con los secretarios de Estado, Rex Tillerson, y de Homeland Security, John Kelly.

Videgaray descartó que pudiera reagendarse por lo pronto la entrevista de los presidentes Peña Nieto y Trump, síntoma de un endurecimiento diplomático entre los dos países que no veíamos hace mucho tiempo.

De sus relaciones con Trump, el presidente Peña Nieto dijo el lunes a los periodistas: “Lo único cierto es que todo es incierto”.

Y del nivel que han alcanzado o podrían alcanzar las amenazas de Washington en esta nueva era de mala vecindad, el Presidente admitió que el gobierno de Trump pudiera suspender los suministros de gas estadounidense que alimentan 54 por ciento de la generación de energía eléctrica de México.

En diversos momentos del último mes, el presidente Peña y sus colaboradores han puesto ya las piezas suficientes para definir una posición sólida y firme ante Trump. La posición que México espera de su gobierno.

El gobierno debería poner juntas esas piezas en un solo texto, que podría ser el primer paso hacia la urgente redefinición de la política exterior de México ante Estados Unidos y ante el mundo.

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