Elecciones 2024
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La era Trump termina. Una señal de ello fue la decisión de las grandes cadenas de televisión estadunidenses de cortar el discurso en que el presidente afirmaba que le estaban robando el triunfo. Argumentaron que mentía y que ponía en riesgo la democracia.

Si bien los medios fueron críticos durante el mandato del presidente, la decisión de interrumpir la transmisión no tiene precedente y fue una suerte de despedida en la que, de paso, los medios hicieron sentir su fuerza y capacidad de resistencia. Trump se va, ellos se quedan.

Con todo, es evidente que los medios han perdido peso. Basta recordar el “momento Cronkite”, como se conoce a la editorial del conductor de CBS News, Walter Cronkite, a quien se atribuye haber acelerado el fin de la guerra de Vietnam. Se cuenta que, al escucharlo, el presidente Johnson dijo: “Si he perdido a Cronkite, ya perdí al americano promedio”.

Hoy ningún medio tiene el alcance de los noticiarios de las grandes cadenas de televisión de otros tiempos; esas que, por décadas, fueron punto de encuentro de prácticamente todos los norteamericanos. La proliferación de opciones informativas ha dividido las audiencias y ha invalidado referencias comunes en el ámbito de las noticias.

El “americano promedio” ya no existe, al menos no en los planos demográfico e informativo. Cada medio apela a un tipo distinto de audiencia. Y cuando los estadunidenses optan por alguno, desconfían del resto.

Así, por ejemplo, los republicanos que siguen a Fox News no suelen fiarse de otra cadena. De hecho, según Gallup, solo 18 por ciento de los republicanos admite confiar en los medios en general.

Por eso, con todo y sus mentiras, errores y disparates, Trump mantuvo una aprobación muy estable y, pese a su derrota, consiguió más votos populares que en 2016. Lo que algunos medios y sus audiencias consideraban fallas de carácter y de gobierno, a otros les parecían fortalezas y aciertos. Noticias para unos, fake news para otros.

El gobierno de Trump termina y, sin embargo, Estados Unidos queda polarizado, sin medios que sirvan como punto de encuentro y con millones de ciudadanos que mantienen una fe ciega en su presidente. Trump se va, pero el trumpismo se queda.