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Los que tienen, más o menos, mi edad, recordarán, no sin nostalgia, las películas de vaqueros en las que los rangers de Texas luchaban contra los cuatreros y los asaltantes de trenes, diligencias y bancos; al final de la cinta la muchacha, redimida, de bailar cancán en el ‘saloon’, por el ranger bueno, caía rendida de amor en sus brazos.

Hoy los rangers de Texas no dan abrazos, dan latigazos como se puede comprobar en los videos y las fotografías que han recorrido el mundo, donde los de a caballo y tejana latiguean a los haitianos que se mueren de hambre en su convulsionado país y que buscan una oportunidad de mejorar sus condiciones de vida en Estados Unidos.

La imagen del ranger latigueando a un haitiano como si fuera un animal al que pretende domar es denigrante, no sólo para Estados Unidos, sino para la humanidad. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jean Psaki, dijo: “No creo que nadie que vea esas imágenes piense que son aceptables o apropiadas”. No estoy de acuerdo con la señora Psaki, en su país hay cientos de miles de supremacistas blancos que a los que el vandalismo en acción contra un haitiano les debe de parecer tan aceptable que ya esperan la parte dos del film o, cuando menos, el remake.

Por su parte, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, calificó las acciones de los migrantes como “desafiantes y desgarradoras” (seguramente míster Mayorkas ignora la frase “La necesidad tiene cara de chingue a su madre”). Además, aseguró que se investigarán los hechos —¿en dónde he oído yo esa frase? Le faltó agregar caiga quien caiga—. Ah, pero eso sí, advirtió: “Si vienes a Estados Unidos ilegalmente, serás devuelto. Tu viaje no tendrá éxito y estarás poniendo en peligro tu vida y la vida de tu familia”. A propósito de la amenazante frase de Mayorkas, se me ocurre una especie de paráfrasis que no tiene mucho que ver, pero va: Si vienes a Las Vegas tráete tus dólares y los de tu familia, vas a poder pasar y regresar cuando quieras, los dólares nada más pasarán porque lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas.

Los migrantes haitianos hacinados en un puente fronterizo entre Estados Unidos y México —sin servicios básicos de higiene— pernoctan —no digo viven porque eso no es vida— en Del Río, Texas, cruzan el río Bravo para pasar al lado mexicano donde compran alimentos en Acuña, Coahuila. Al regresar es cuando los rangers, a base de latigazos, les impiden reunirse con su familia.

Una buena cantidad de haitianos migraron desde el 2010, a consecuencia de un terremoto, a países sudamericanos, Brasil y Chile principalmente, donde ya estaban instalados, tal vez no muy cómodos, pero no rechazados, algún vival les hizo creer que en Estados Unidos necesitaban mano de obra y él podía llevarlos mediante un pago que los ingenuos hicieron. La oferta también se supo en Haití, donde las condiciones de vida: inseguridad, secuestros, el asesinato del presidente Jovenel Moise, el terremoto de agosto y la falta de empleo —2.5 millones de haitianos viven con menos de un dólar al día—, originaron que familias enteras abandonaran su país natal al costo que fuera. De ahí la insólita concentración de haitianos en la frontera México-norteamericana.

A partir del pasado domingo el gobierno estadounidense comenzó a repatriar haitianos, de diversas procedencia, en tres vuelos diarios de 145 personas. Los repatriados manifestaron temor de regresar a su país donde les espera violencia y desempleo; una crisis política y económica; una vida insufrible

Apostilla: Los rangers de Texas fueron fundados en 1835 cuando este estado aún pertenecía a México

Respuesta

– No entiendo, ¿por qué hay tanta violencia contra los migrantes?

– Fácil. ¿Te acuerdas de ese bichito que no te iba a picar, pero que lo mataste porque te dio miedo?