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Todo debería de haber sido terso, suave, pulido y brillante, como la prosa de la homenajeada, la ilustre e inobjetable periodista y escritora, Elena Poniatowska Amor a quien, merecidamente, se le entregó la Medalla Belisario Domínguez, en la antigua sede del Senado de la República, el pasado 19 de abril. Dicha medalla es el reconocimiento más importante que una ciudadana o un ciudadano de nacionalidad mexicana pueden recibir. Elena es la novena mujer en recibirla desde que la presea fue instituida en 1954.

Aunque nadie las invitó, hicieron acto de presencia la rispidez y la mala educación, llegaron acompañadas de dos senadoras, una más incorrecta que la otra.

A la senadora, Sasil de León, originaria del Partido Encuentro Social, hoy adoptada por Morena, le correspondió en su condición de presidenta de la Comisión de la Medalla Belisario Domínguez, hacer una semblanza de la homenajeada. A decir verdad, comenzó bien su discurso: “La figura de Elena Poniatowska no requiere introducción alguna, pues ha logrado contribuir desde el mundo de las letras para darle a la mujer un papel central en nuestra sociedad”. Más adelante enseñó el cobre de la ignorancia cuando expresó: “A nuestro país llegó una princesa por mar, humilde y modesta”; cosa que al decir de José Luis Martínez en su Santo Oficio del sábado, es una mentira: “Elena nació en una familia privilegiada y nunca lo ha ocultado, por eso es más admirable su permanente compromiso social”. Pero donde Sasil se salió de cuadro fue cuando aprovechó el uso de la tribuna para ensuciar la sesión solemne al protestar por el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que no permitió que la Guardia Nacional fuera manejada por el Ejército.

Lo dicho de manera inoportuna por la senadora de León, provocó el rechazo y la protesta de las bancadas opositoras que se olvidaron del acto protocolario, armando gran zacapela. Algunos senadores abandonaron el pleno para demostrar su repudio, otros para fumar y dañar sus pulmones y otros para hacer pipi y aliviar su vejiga.

Pero si lo de Sasil fue de pena ajena, lo de la senadora sonorense, la inefable Lilly Téllez, en su desmesurado afán de llamar la atención y de ser noticia al precio que sea, resultó, si desmenuzamos su argumentación, de humor involuntario (youtube.com/watch?v=rcdBi8ICsgg). Embistió contra Jesús Ramírez Cuevas, vocero de la Presidencia, a quien acosó con su celular mientras lo grababa. Le preguntó: ¿Cómo se siente usted aquí representando a Victoriano Huerta? Estamos en una ceremonia –intentó contestar Ramírez Cuevas; la inquisidora Téllez no lo dejó terminar, volvió a la carga: ¿Y por qué le faltan al respeto a la Suprema Corte? No le falte al respeto a la ceremonia —alcanzó a decir Jesús— ¡No me toque! —protestó la hoy panista— Bueno pues no me ponga su teléfono de manera agresiva. No, no es agresiva —manifestó categóricamente la exlectora de noticias—. Le va a decir al presidente —ordenó Lilly— que es un cobarde de mi parte, por no venir —nótese la sintaxis—. Y dígale que es un representante de Victoriano Huerta. Son ustedes unos hipócritas. Y no vuelva a tocarme que es muy diferente a hablar. Tiene todo mi respeto —se atrevió a decir Ramírez—. ¿Cuál respeto —prosiguió la tremenda juez— si usted no respeta ni a los mexicanos —¿a todos?— Y no respeta ni a Elena Poniatowska. Usted es la que no la respeta —acertó a decir Jesús— estamos en la ceremonia. En eso llegó Citlalli Hernández y Lilly arremetió contra la senadora morenista.

¿Es así como Lilly Téllez quiere posicionarse como posible candidata opositora a la Presidencia del país? ¿Sabrá bien a bien, quién fue Victoriano Huerta y quién el médico, boticario y senador chiapaneco, Belisario Domínguez? ¿Habrá leído algún libro de Elena Poniatowska?

Punto final

Le dije no juegues a la ruleta rusa. Le entró por un oído y le salió por el otro.