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Norm Ornstein es el único politólogo estadounidense conocido que no se rió de las pretensiones electorales de Trump.

Desde mayo de 2015, a Orstein le pareció que Trump debía ser tomado en serio porque las condiciones del Partido Republicano eran muy propicias para un outsider populista y antiestablishment como él.

En su libro de 2012 sobre el Partido Republicano, Its Even Worse Than It Looks (“Es aún peor de lo que parece”), escrito con Thomas Mann, Orstein describió al Partido Republicano como “un rebelde atípico (insurgent oulier): extremista ideológicamente, desdeñoso de la negociación, impermeable a la realidad de los hechos, las evidencias o la ciencia; y descalificador de la legitimidad de sus adversarios”. (Vox: http://bit.ly/1WdRAV6)

Estas señas de identidad republicanas, según Orstein, tienen su origen en la estrategia diseñada por Newt Gingrich a finales de los 70 para revertir el hecho histórico de la mayoría demócrata en el Congreso, consistente con el dominio electoral de ese partido en la mayoría de los estados de la unión.

La estrategia de Gingrich fue asumida por el Partido Republicano en su conjunto, dice Orstein, y triunfó:

Deslegitimó al Congreso y al liderato demócrata, convenció a la gente de que los demócratas eran arrogantes y corruptos y de que el proceso político de Washington era tan malo que cualquier cosa sería mejor. Tribalizó la política. Reclutó candidatos y les enseñó a decir cuán repugnantes, despreciables, inmorales o antipatrióticos eran los demócratas. Y ganó con esa estrategia la mayoría republicana en el congreso en 1994. El problema es que toda la gente que Gingrich reclutó y llegó al Congreso, realmente se creyó el rollo, y lo que siguió fue un intento deliberado de reventar y deslegitimar al gobierno, no sólo al presidente, sino a las acciones mismas del gobierno en Washington.

El discurso antigobierno y antiWashington reverdeció en el partido republicano durante la doble presidencia de Obama bajo la forma del Tea Party, y la cadena Fox News.

Los republicanos volvieron a ganar la mayoría en el Congreso en 2010, y su trabajo fue nuevamente demoler la presidencia de Obama, demoliendo de paso la política.

Quien cosechó esa herencia de antipolítica no fue un político republicano, sino un outsider antipolítico, antigobierno y antiWashington: Donald Trump.

(Mañana: La voz de Trump)

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