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El hecho de que la economía de Estados Unidos haya creado 321,000 empleos formales durante noviembre pasado fue una terrible noticia para los mercados financieros que temen lo peor de la Reserva Federal ante la consolidación de la recuperación económica.

Pero para la economía más grande del mundo es una muy buena noticia que anticipa mejores tiempos para el bolsillo de los estadounidenses. Y no hay mejor escenario para la clase política de cualquier país que aquel donde la economía da buenos resultados a sus ciudadanos. Una economía deprimida calienta los ánimos sociales, como bien podemos ver en nuestras propias calles.

Pero una economía donde los ciudadanos encuentran empleo, la inflación es baja, los combustibles son baratos y donde pocos tienen presente la amenaza terrorista que eternamente pesa sobre Estados Unidos, da ciudadanos agradecidos con sus políticos.

Barack Obama tiene la oportunidad de planear de mejor manera la parte final de su presidencia y recuperar algo de toda esa aprobación ciudadana que ha perdido desde que inició su primer mandato.

Hay cambios muy importantes que sin embargo, no son de fácil comprensión para el común de los ciudadanos, como la corrección del desequilibrio fiscal que ha llevado a cabo la administración demócrata, incluso con la oposición republicana.

Estados Unidos no sólo tiene la envidia mundial por su actual nivel de crecimiento, también enfrenta el reto de provocar desequilibrios. Es como si una sola pata le creciera a la mesa de la economía del planeta.

El dólar fuerte es un problema financiero para el resto del mundo, pero es al mismo tiempo la oportunidad comercial de entrar en un mercado que tiene mayor poder de compra, derivado de que tienen más empleo y combustibles más baratos.

Hay monedas baratas en el mundo para viajar y hay dólares fuertes para comprar lo que se produce en otras latitudes, pero el costo de oportunidad es dejar de consumir lo local.

Obama tiene en la mira a la comunidad latina como un salvavidas político para él y su partido. El plan ejecutivo de regularización migratoria no es una graciosa concesión que ahora hace para cumplir con sus promesas.

Lo que Barack Obama pretende es una reconciliación electoral que recupere a su partido, ahí sería Hillary Clinton la más agradecida, pero desde Washington anticipan algo que resulta inevitable para ese país cuando inicia procesos de crecimiento importantes.

Estados Unidos va a necesitar mano de obra para mantener su ritmo y hay trabajos que los latinos aceptan hacer y que otras comunidades raciales no lo hacen tan fácil. Recuerdo a Vicente Fox diciendo esto con mucha más claridad.

La Casa Blanca anticipa un incremento sustancial en la demanda de mano de obra y por lo tanto un aumento en las presiones migratorias, por ello lo quiere hacer de una forma ordenada y con beneficios políticos para su partido.

Si Obama se quedó callado con el tema de la reforma migratoria desde el 2009 y hasta la fecha, fue porque su economía no necesitaba mano de obra accesible como consecuencia de la gran recesión, al contrario, expulsó a millones de desempleados.

Pero hoy las cosas han cambiado, por eso es que la amnistía migratoria de Obama no es otra cosa que el anticipo de la necesidad de trabajadores para mantener su crecimiento.