Hace apenas un mes, adversarios y detractores se mofaban de sus presuntas torpezas operativas, limitada inteligencia política y falta de imaginación como gobernante. Celebraban sus tropiezos y propagaban con excitación su caída en las encuestas de popularidad. Pero antes de que termine el verano, Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del DF, comenzó a tapar … Continued
Hace apenas un mes, adversarios y detractores se mofaban de sus presuntas torpezas operativas, limitada inteligencia política y falta de imaginación como gobernante. Celebraban sus tropiezos y propagaban con excitación su caída en las encuestas de popularidad.
Pero antes de que termine el verano, Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del DF, comenzó a tapar bocas y a darle la vuelta a la percepción de debilidad e ineficacia. Y lo ha hecho con correcta operación, inteligencia política e imaginación.
Ayer, el secretario del Trabajo del gobierno del presidente Peña Nieto, Alfonso Navarrete Prida, reconoció que tienen lista una primera iniciativa sobre los salarios mínimos. Hecho significativo, pues no habían recibido de buen grado el desafío de Mancera, que no es otro que dejar atrás pretextos y retóricas para hacer algo, en serio, en el país donde se paga muy mal. Repito hoy lo que expresé aquí hace dos semanas: con su ofensiva de los salarios mínimos, Mancera le va a cambiar la cara al país. Triunfo.
Hay una segunda victoria que se le quiere escamotear. Él la sintetizó el miércoles en su discurso en la presentación del proyecto del nuevo aeropuerto: el Gobierno del DF entró plenamente a la era de la cooperación y colaboración con el gobierno federal. El gobierno de Mancera es de funcionalidad, normalidad operativa en una democracia que apunta a la madurez.
Mancera no se amedrenta con las caricaturas, las campañas de los buleadores en las redes sociales ni las maldiciones que le enderezan los “puros” de la “izquierda”.
Nada mal para alguien que, decían, ya olía a muerto.