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La Gran Recesión del 2008-09 llevó a varios especialistas a analizar el riesgo de japonización para la economía de Estados Unidos.

Este análisis hacía un recuento de la Década Pérdida de Japón en los años 90 y evaluaba si Estados Unidos estaba en la antesala de una situación similar.

La Década Perdida de Japón se refiere al periodo de 1990 a 1999 durante el cual la economía japonesa estuvo sumida en una prolongada recesión que marcó a toda una generación.

Durante esa década, el Banco Central de Japón implementó medidas ortodoxas para combatir la deflación y estimular el crecimiento económico con éxito limitado mientras que el gobierno se vio obligado a rescatar a los bancos, incurriendo en un enorme déficit financiado por deuda.

En el caso de Estados Unidos, la Fed fue mucho más exitosa que el Banco de Japón, implementando un programa sin precedentes de estímulos monetarios que evitaron que la Gran Recesión se convirtiera en una Gran Depresión. En pocas palabras, la economía de Estados Unidos evitó una década perdida pero el incremento en los niveles de deuda pública fue notable.

En los años posteriores a la crisis, los niveles de deuda a PIB y de déficit público comenzaron a bajar, hasta que la administración Trump decidió implementar un programa de estímulos fiscales en el 2018. Posteriormente, la llegada de la pandemia llevó a las autoridades financieras de Estados Unidos a tomar medidas decisivas de apoyo para evitar un colapso aún mayor de la actividad económica.

La Fed básicamente repitió lo que había hecho en la crisis anterior, bajó las tasas a cero y comenzó a inyectar toneladas de dinero a los mercados adquiriendo deuda gubernamental y bonos hipotecarios. Sin embargo, la respuesta por el lado de política fiscal a la crisis generada por la pandemia fue mucho más agresiva que la observada en la Gran Recesión.

Estos estímulos amortiguaron el golpe de la pandemia a costa de un fuerte incremento en los niveles de endeudamiento del gobierno de Estados Unidos.

Vale la pena recordar que el déficit público en Estados Unidos pasó de 1.1% en el 2007 a 9.8% en el 2009 para después regresar a 2.4% en el 2015.

Para el 2019, dicho déficit había subido a 4.6% pero para el 2020 se disparó a 15 por ciento. Al cierre del 2021 había disminuido a 12% y para el 2022 se anticipa una cifra de 3.9 por ciento.

Aunque el déficit se está reduciendo, los niveles de endeudamiento son los más altos de la historia. La razón de deuda pública a PIB se incrementó de 63% en el 2007 a 105% en el 2016.

Entre el 2016 y 2019 el nivel se mantuvo estable, pero para el 2021 la razón de deuda a PIB se disparó a 137 por ciento.

Aunque la razón debe bajar en el 2022 a un nivel cercano a 120%, entre los países desarrollados, solamente Japón (260%) e Italia (156%), tienen un nivel de apalancamiento más alto que Estados Unidos.

Normalmente, un déficit de este tamaño se traduciría en una crisis fiscal y una fuerte depreciación de la moneda. Sin embargo, el dólar es la moneda reserva por excelencia a nivel global y goza de un escudo que ninguna otra moneda tiene (ni el euro).

Para Nouriel Roubin, conocido por sus predicciones catastróficas y visión pesimista, el riesgo más grave para Estados Unidos no es el de japonización, si no el de argentinización.

Este riesgo consiste en la gestación de una gran burbuja de endeudamiento público que se vuelve insostenible, llevando a una crisis de refinanciamiento o en el peor de los casos a un default soberano, detonando un escenario de estanflación multi-anual.

La realidad es que este riesgo se mantendrá ausente mientras el dólar mantenga su estatus de moneda de reserva global y haya inversionistas dispuestos a invertir en bonos del Tesoro de Estados Unidos.

No obstante, Estados Unidos debe de acelerar su esfuerzo para reducir los niveles de apalancamiento.