Elecciones 2024
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Diré a mi manera lo que ayer en El Economista escribió Enrique Campos Suárez. Andrés Manuel López Obrador padece el Síndrome de Campaña; esto es, en cuanto una multitud de “gente buena de Morena” se reúne en torno a su figura, siente que todavía no es el institucional presidente electo, sino el candidato antisistema que para ganar el voto de los que le escuchan tiene que expresar ideas como la que manifestó en su gira de agradecimiento por el estado de Nayarit: “Voy a cumplir lo prometido aunque el país está en bancarrota”.

La palabra bancarrota en boca de López Obrador escandalizó a propios y extraños, o extrañó a propios y escandalosos. La cuestión es que sus malquerientes los tiene en cantidades industriales, empresariales y periodísticas; han esparcido el comentario que lo dicho por el tabasqueño tiene como objetivo subrayar que no cumplirá con todas sus promesas de campaña porque no hay recursos suficientes. También se dijo que la temeridad del presidente electo puede minar la confianza de los inversionistas y poner en riesgo sus propios proyectos.

El líder parlamentario del Partido Acción Nacional, el diputado guanajuatense Juan Carlos Romero Hicks, al referirse al comentario de Andrés Manuel, declaró: “espero que el presidente electo aprenda la prudencia y deje de hacer declaraciones cuando todavía no está en funciones”. Con lo cual dio a entender que una vez en funciones puede decir cualquier tontería como lo hiciera Vicente Fox, paisano del líder blanquiazul.

Lo dicho por el tabasqueño me hizo recordar el cuento del camello. Un árabe le vende un camello a su amigo: “El camello es maravilloso, puede atravesar el desierto atiborrado de carga sin tomar agua en tres semanas”. Poco tiempo después el comprador le reclama al vendedor: “El camello no carga nada y si no le das agua cada 24 horas no se mueve”. En voz baja el vendedor le dice al comprador: “Si hablas mal del camello nadie va a querer comprártelo”.

Después, recurrí al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la del slogan de detergente: Limpia, fija y da esplendor… al idioma. Leí: Bancarrota: 1.- Quiebra de una empresa. 2.- Ruina económica. 3.- Hundimiento o descrédito de un sistema o doctrina. Ahí concluí que lo que AMLO quiso decir es referente a la tercera acepción del vocablo. El sistema económico de México y el neoliberalismo han sufrido un hundimiento y están desacreditados. Así pues, el país no está en bancarrota porque, como lo reconocen las cúpulas empresariales y bancarias, todavía es negocio; lo que sucede es que, en el último sexenio más que nunca, ha sido dañado por el saqueo impune.

La Estafa Maestra

Está en circulación un libro con este nombre, publicado por Editorial Planeta Mexicana (Temas de hoy), escrito por Nayeli Roldán, Miriam Castillo y Manuel Ureste, cuyo contenido es la investigación periodística, ganadora del premio Ortega y Gasset en España, auspiciada por el portal digital de noticias Animal Político y la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, que trata, con pruebas irrefutables, del desvío de fondos públicos en México.

De la introducción al libro entresaco esta información: “La Estafa Maestra se concentró en analizar 73 convenios hechos por 11 dependencias federales —tan variadas como la Sedesol (Secretaría de Desarrollo Social), Banobras (Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos) o Pemex (Petróleos Mexicanos)— con ocho universidades públicas como la Autónoma de Morelos o la del Estado de México, todo ello entre los años 2013 y 2014. Dichos convenios eran para proveer servicios como repartir despensas, supervisar pozos petroleros o instalar la red de internet, que en conjunto suman 7 mil 670 millones de pesos”.

“Del dinero total de los convenios, 5 mil 208 millones terminaron en 150 empresas ilegales y, por tanto, no se cumplió con los servicios. Y mil millones más se canalizaron a las ocho universidades que actuaron como intermediarias (…) Cabe decir que esto es sólo una muestra, pues el universo de desvío podría ser cuatro veces mayor, porque en el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto las dependencias federales hicieron 2 mil 81 convenios de este tipo con universidades públicas que suman 31 mil millones de pesos”.

De la Estafa Maestra —graduados en desaparecer dinero público—, se desprende, entre otros, sospechosamente el nombre de Rosario Robles, la misma que hace unas semanas fuera señalada por el periódico Reforma (¿prensa fifí?) por desviar, durante su gestión en Sedesol y en Sedatu (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano), más de 700 millones de pesos en efectivo a diez domicilios.

López Obrador dijo, con quién sabe qué intenciones, que Rosario era un chivo expiatorio. Aclaró que las investigaciones abiertas contra cualquier persona acusada de corrupción seguirán su curso y corresponderá al Poder Judicial y no al Ejecutivo. (Mal pensado que soy, creo que la señora Robles más que un chivo expiatorio es una chiva rayada). Otra cosa, muchos de los que votamos por AMLO lo hicimos por la promesa de acabar con la corrupción, para lo cual es necesario poner tras las rejas —por medio de las instancias correspondientes— a varios peces gordos, para marcar una pauta y dar un ejemplo. De lo contrario, la Luna de Miel con el “pueblo bueno”, va a durar poco.

Bancarrota no, saqueo sí. No es lo mismo, pero es igual.