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La mayoría prefiere la demagogia a la tortilla. El presidente lo sabe: 65.5 por ciento de los mexicanos lo apoya, aunque con él pasaron a ser pobres cuatro millones y 6.3 millones bajaron de ser clase media. Por eso quiere hacerlos feliz siendo Premio Nobel de la Paz.

Quienes no están en ese 65.5 de aprobación ríen con la idea de que el mandatario pretenda el galardón. La mala noticia es que él no gobierna ni habla para ellos. Y vienen montones de recursos públicos para la búsqueda de ese premio. Además, mucha matraca.

El canciller Ebrard la comenzó ayer, diciendo sin probarlo, que más de 100 países se desviven por “firmar, formar parte o aportar” al Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar que propuso su jefe en la ONU, al cual nuestros impuestos le meterán 60 millones de pesos.

Ajá, que se burlen del pañuelo blanco, las chanclas de las madrecitas, abrazos y no balazos, amor y paz, que los niños no jueguen Nintendo y la gente coma sano, las pláticas de Maduro y la oposición: es un plan de Estado para armar la candidatura al Nobel.

Y que será pagado con nuestros impuestos, más los recortes de cinco mil millones al INE y tres mil millones al Poder Judicial, eliminación de 30 instancias públicas, 109 fideicomisos del Estado y sin pagar publicidad por la fanfarria de casi todos los medios.

Además, sosteniendo de manera artificial el precio de la gasolina. Para evitar la palabra “gasolinazo” gastan 47 mil 740 millones de pesos, que es más que el presupuesto anual para construir la Refinería en Dos Bocas. O sea, visten un santo para desvestir a otro.

Y la reducción de tres mil millones de pesos al IMSS para la compra de medicinas el año próximo, aunque se ha registrado 21 reuniones entre el gobierno y familiares de niños con cáncer para poner fin a la escasez de medicamentos y quimioterapias.

Sin embargo, por encima de todo eso va a estar la bufalada que arrancó en la Cámara de Diputados una empresaria cuya adolescencia emocional le provocó, en plena tercera edad, meterse a la política y a anunciar el inicio de la campaña para el Nobel.

¿Qué no tiene futuro? Pues serán carretadas de recursos y esfuerzos nacionales para cabildear en el mundo y ante el Comité del Nobel en Oslo, Noruega. Oh, y el 65.5 de la gente estará fascinada con el revuelo.

Hasta Washington lo impulsaría, a cambio de que el presidente le siga persiguiendo migrantes, elimine trabas a la operación de la DEA aquí y congele la reforma eléctrica. Negocio redondo para un gobierno que vive de la propaganda.

¡El Premio Nobel!

Imagínense.