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La realidad que comienza a caer como cuenta gotas en Kabul a cada uno de sus habitantes y sobre todo a las mujeres, está traspasando las fronteras y se hace cada vez mayor la preocupación e indignación por lo que este grupo de hombres extremistas comienzan a hacer en las calles con las imágenes en escaparates y paredes donde aparece alguna mujer.

Veinte millones de mujeres y niñas que están asustadas y paralizadas por el odio y la represión que ven venir por parte de los talibanes. No solo es que el presente se les caiga de golpe frente a sus ventanas, sino que el futuro también se nubla y sus derechos humanos sean pisoteados.

La comunidad internacional no solo son los países y las organizaciones que llegan hasta allá de manera presencial para establecer lazos y salvaguardar la integridad de todas ellas, también somos nosotros y nosotras, quienes podemos ayudar haciendo ruido y despertando conciencias sobre ellas y sobre nuestras mujeres.

No es un tema en que, si somos expertos o no en la política internacional y en situaciones de conflicto en la historia de países como Afganistán, es atender a una crisis que nos conlleva a todas, a la mujer y su lucha por ganar batallas de tú a tú con el mundo patriarcal, como el derecho a acceder a la educación, a servicios de salud, a votar, a saberse un ser individual que puede hacer y deshacer de su vida.

Leyes que han sido aprobadas con un alto costo de muertes y de violencia para las mujeres en el mundo. El matrimonio infantil, la libertad de salir a la calle sola sin miedo a ser violada o acosada, la capacidad de trabajar para ganar dinero y ser mujeres independientes.

Las mujeres hemos ganado terreno en muchos ámbitos, nuestras voces cada vez tienen más eco aquí y allá y de eso hemos de tomarnos para que lo que las mujeres en Afganistán llenen las redes sociales con ese temor y el riesgo latente de perderlo todo.

Tener un lugar en la sociedad, y no tener que cometer algún delito para que las metieran a la cárcel y así evitar seguir siendo violentadas por sus maridos, por solo decir un ejemplo.

La brutalidad con la que este grupo extremista desea revivir las prohibiciones con las que someterían a todas las mujeres, debe de indignarnos a todas.

Es y debe de ser razón suficiente para motivarnos a salir a las calles y seguir exigiendo justicia por los feminicidios en nuestro país, alzar la coz ante el acoso laboral y callejero y enseñarnos entre todas a que hacer una llamada para pedir auxilio es válida cuando la vida está en juego.

Huir, correr, gritar, defenderse y salvarse, como lo hacen actualmente las mujeres extranjeras que están saliendo de Kabul en los aviones que comienzan a repatriarlas en Dubái.

La fotografía de hoy de algún fotoperiodista stringer que se encuentra en Kabul por parte de la agencia EFE, es una ofensa para todas las mujeres en el mundo.

Dirían de manera intelectual “un vituperio” y de la manera más directa y coloquial “una mentada de madre” para cualquier mujer en el mundo.

Una calle cualquiera con un salón de belleza que dice WELLCOME en la puerta de entrada, dándoles la bienvenida a aquellas que acudían a arreglarse las uñas, a algún tratamiento de belleza, un peinado, maquillaje o cualquier otra cosa que ofrezcan en un lugar como este.

La belleza insultada por graffiti negro en los ojos y la boca, porque el derecho de ver y de hablar quieren ser mutilados por hombres que buscan imponer un régimen enfermizo donde la mujer no vale nada.

Dos hombres caminan frente al lugar, ni lo miran, ni les inquieta. Uno de ellos con cubre bocas en la mano y el otro con el suyo en el cuello; es decir, ni con la mínima prudencia ni interés hacia la vida y la salud del otro.

La elección de esta imagen es para compartir el enfurecimiento personal al conjugar el desinterés de esos dos hombres a la mujer violentada y silenciada a base de manchones que eventualmente se traducirán en acciones.

Los talibanes habrán reconquistado un territorio, pero ojalá que la comunidad internacional no les permita ganar la batalla contra el respeto a los derechos de la mujer.

Ojalá.

Somos todas - 4d6e6e1c7294f4d78e9c287d26ad528b7f239a94w
EFE / Stringer